El desfile del 16 de abril en la Plaza de la Revolución
Por Tirso. W Sáenz
Hoy, sentado frente a la pantalla de mi computador en Brasilia, vi ese desfile maravilloso, ese pueblo desbordado, con el mismo entusiasmo, decisión y energía en desfiles y concentraciones que yo presencié durante más de 50 años. Vi que ese pueblo no ha cambiado, que es el mismo, más fortalecido, más culto, más solidario, más revolucionario. Muchos compañeros de aquellas primeras épocas ya no están junto a nosotros, pero otros muchos, jóvenes, niños, pioneros, están ahí respondiendo por ellos, con el mismo entusiasmo, decisión y energía que ellos mostraban. La Revolución no termina, se sigue renovando. Y por eso, cuando al final con el canto de Sara, me emocioné y lloré.
Lloré emocionado recordando las intervenciones de Fidel; aquellas en las que aprendíamos y aquellas en que nuestro espíritu de lucha y de patriotismo se inflamaba y nos daba ánimos para seguir luchando y venciendo. Lloré emocionado recordando muchas cosas:
Playa Girón, nuestra primera victoria – como cantaba Sara – contra el imperialismo, pero también por todos aquellos caídos en esa gloriosa batalla.
Recordé la Campaña de Alfabetización, una de las hazañas más bellas de nuestro proceso revolucionario y recordé a Conrado Benítez y a Manuel Ascunce Domenech.
Recordé a nuestros caídos en la Lucha contra Bandidos en el Escambray.
Recordé a nuestras víctimas del atentado terrorista del avión cubano en Barbados y la reciente vergonzosa absolución de Posada Carriles; pero recordé también aquellas palabras de Fidel, en la despedida de su duelo en la Plaza de la Revolución: “Cuando un pueblo justo y viril llora, la injusticia tiembla”.
Recordé a muchos compañeros queridos que ya no nos acompañan y que nos dejaron su legado de amor, fidelidad y entrega a la causa revolucionaria.
Recordé a nuestros 5 Héroes, paradigmas de revolucionarios, vergonzosamente encarcelados por defendernos del terrorismo fomentado en Miami y financiado por el gobierno norteamericano y que, tarde o temprano, estarán de vuelta en la tierra que tanto han defendido y que los ama y espera.
Recordé, en fin, tantas cosas bellas, de coraje, alegres, tristes, emocionantes, únicas; en fin, de la belleza dramática de la historia de nuestra cubanía, de nuestras guerras independentistas, de la lucha contra dictaduras, de la lucha revolucionaria que me sentí, una vez más, orgulloso de ser cubano. Por eso lloré.
Pensé también en las arduas luchas que nos quedan por delante, con bloqueo o sin bloqueo, pero resolviendo los muchos problemas que tenemos que resolver en nuestro VI Congreso de nuestro Partido y que estoy seguro, sabremos resolver.
Y llorando, desmentí aquel son tradicional que decía: “Oye Miguel, los hombres no lloran”. Los hombres, mujeres, ancianos y niños cuando sienten el vibrar de su Patria, lloran y eso los dignifica.
Brasilia, 16 de abril de 2011.