The Dangerous Arrogance of the Empire
Leonardo Boff
Theologian
Earthcharter Commission
I count myself among those who were enthused by the election of Barack Obama as president of the United States, especially coming after George Bush Jr, a bellicose, fundamentalist president, of very limited intelligence. Bush Jr. believed in the imminence of the Biblical Armageddon and followed to the letter the ideology of Manifest Destiny, invented by Northamerican imperialists to justify the war against Mexico. According to this ideology, the United States would be God's new chosen people, who were to bring human rights, liberty and democracy to the world. This belief in its own exceptionality translated into a historic arrogance, that caused the United States to assume the right to impose on the whole world, through politics or through arms, her life style, and her vision of the world.
I was hoping the new president would no longer be hostage to this dreadful and imaginary divine election, because he announced in his program multilateralism and not hegemony; but I had my doubts, because behind theYes, we can could be hidden the old arrogance. Faced with economic-financial crisis he would proclaim that the United States had shown throughout her history that it could do anything, and would overcome the present situation. Now, on the occasion of the murder of Osama bin Laden, that he ordered, the mask fell. (In a country of laws, with separation of powers, does the executive have the power to kill, or does it fall to the judiciary to issue orders to apprehend, to judge and to punish?) The atavistic arrogance could not be hidden.
The president, of humble extraction, of African descent, born outside the continent, Moslem first and then converted to an Evangelical, clearly said: «What happened on Sunday is a message to the world: when we say that we will never forget, we mean what we say», that is as if he were saying: «terrorists of the whole world, we will kill you.»
There it is revealed, clearly, all the arrogance and imperialistic attitude of being above all ethics.
This makes me remember the phrase of a theologian who served twelve years in Rome as an advisor to the ex-Inquisition. He came to show his solidarity when I was enduring the doctrinaire process. He confessed to me: «Learn from my experience: the ex-Inquisition forgets nothing, forgives nothing and takes back everything: prepare yourself.» In effect, that is what I felt. Even worse is what happened to a moral theologian, dearly beloved in all Christendom, the German, Bernhard Häring. Suffering from throat cancer that almost did not let him talk, he was subjected to rigorous questioning in the dark hall of that instance of psychological terror, as a result of some statements he made about sexuality. On leaving, he confessed: «this questioning was worse than what I suffered under the Nazi SS during the war,» what means: etiquette is of little use, catholic or Nazi, all authoritarian and totalitarian systems obey the same logic, to take revenge on all, to not forget, or forgive.
This is what Barack Obama promised and he proposes to go ahead with the terrorist state created by his predecessor, keeping the Patriot Act, that authorizes the suspension of certain rights and the preventive detention of suspects, without informing even their families, which turns it into kidnapping.
Not without reason the Norwegian Johan Galtung, the man of the culture of Peace, creator of two institutions to investigate about Peace and inventor of theTranscend method in the mediation of conflicts (a sort of win-win politics), wrote: such acts bring the United States closer to a fascist state.
The truth is that we are facing an empire. It is the logical and necessary consequence of the presumed exceptionality. It is a singular empire, based not on territorial occupation or in colonies, but on 800 military bases distributed all over the world, the majority of which are unnecessary for Northamerican security. But they are there to instill fear and to guarantee the United States' hegemony in the world. None of that has been dismantled by the new emperor, who did not close Guantanamo as he had promised and has sent thirty thousand soldiers to Afghanistan to a war already lost.
We can disagree with the basic thesis of Samuel P. Huntington in his controversial book, The Clash of Civilizations, but there are observations worth noting, such as this: «the belief in the superiority of Western culture is false, immoral, and dangerous.» (p. 395) More: «Western intervention probably constitutes the most dangerous source of instability and of a possible global conflict in a multi-civilization world.» (p. 397) Thus, the conditions for such a tragedy are being created by the United States and her European allies.
One thing is the North American people, decent, hard working, and somehow naive, that we admire, and another is the imperial government, which does not respect the international treaties that go against its interests and is capable of all forms of violence. But there are no eternal empires. The moment will come when it will be just one more number in the cemetery of vanished empires.
05-13-2011
Free translation from the Spanish sent by
Melina Alfaro, alfaromelina@yahoo.es, done
at REFUGIO DEL RIO GRANDE, Texas, EE.UU.
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Los peligros de la arrogancia del imperio
2011-05-13
Me cuento entre los que se entusiasmaron con la elección de Barack Obama para presidente de Estados Unidos, especialmente viniendo después de G. Bush Jr, presidente belicoso, fundamentalista y de poquísimas luces. Creía éste en la inminencia del Armagedón bíblico y seguía al pie de la letra la ideología del Destino Manifiesto, un texto inventado por la voluntad imperial norteamericana para justificar la guerra contra México, según el cual Estados Unidos sería el nuevo pueblo escogido por Dios para llevar al mundo los derechos humanos, la libertad y la democracia. Este convencimiento de la propia excepcionalidad se tradujo en una arrogancia histórica que hizo que Estados Unidos se arrogase el derecho de imponer al mundo entero, por la política o por las armas, su estilo de vida y su visión del mundo.
Esperaba que el nuevo presidente no ya fuera rehén de esta nefasta e imaginaria elección divina, pues anunciaba en su programa el multilateralismo y no la hegemonía, pero tenía mis dudas, pues por detrás del Yes, we can (sí, nosotros podemos) podía esconderse la vieja arrogancia. Ante la crisis económico-financiera pregonaba que Estados Unidos había demostrado en su historia que podía todo, y que iba a superar la actual situación. Ahora, con ocasión del asesinato de Osama bin Laden ordenado por él (en un estado de derecho, que separa los poderes, ¿tiene el ejecutivo el poder de matar, o eso es competencia del judicial que manda prender, juzgar y castigar?) cayó la mascara. No ha podido esconder la arrogancia atávica.
El presidente, de extracción humilde, afrodescendiente, nacido fuera del continente, primero musulmán y después evangélico convertido, dijo claramente: «Lo que sucedió el domingo es un mensaje para todo el mundo: cuando decimos que nunca vamos a olvidar, estamos hablando en serio», que es como decir: «terroristas del mundo entero, vamos a asesinarles».
Ahí se revela, sin medias palabras, toda la arrogancia y la actitud imperial de ponerse por encima de toda ética.
Esto me have recordar la frase de un teólogo que sirvió doce años como asesor de la ex-Inquisición en Roma y que vino a solidarizarse conmigo cuando sufrí el proceso doctrinario. Me confesó: «Aprenda de mi experiencia: la ex-Inquisición no olvida nada, no perdona nada y se cobra todo; prepárese». Efectivamente, así fue lo que sentí. Peor le ocurrió a un teólogo moralista, queridísimo en toda la cristiandad, el alemán Bernhard Häring. Con un cáncer de garganta que casi no le permitía hablar fue sometido a un riguroso interrogatorio en la sala oscura de aquella instancia de terror psicológico por causa de algunas afirmaciones sobre la sexualidad. Al salir confesó: «este interrogatorio fue peor que el que sufrí bajo la SS nazi durante la guerra», lo cual significa: poco importa la etiqueta, católico o nazi, todo sistema autoritario y totalitario obedece a la misma lógica: se venga de todo, no olvida y no perdona.
Así lo prometió Barack Obama y se propone llevar adelante el estado terrorista creado por su antecesor, manteniendo la Ley Patriótica que autoriza la suspensión de ciertos derechos y la prisión preventiva de sospechosos sin avisar siquiera a sus familiares, lo que se convierte en secuestro.
No sin razón escribió el noruego Johan Galtung, el hombre de la cultura de la paz, creador de dos instituciones de investigación sobre la paz e inventor del método Transcend en la mediación de los conflictos (una especie de política del gana-gana): tales actos aproximan a Estados Unidos a un estado fascista.
La verdad es que estamos ante un imperio. Es la consecuencia lógica y necesaria del presunto excepcionalismo. Es un imperio singular, basado no en una ocupación territorial o en colonias, sino en 800 bases militares distribuidas por todo el mundo, la mayoría innecesarias para la seguridad estadounidense. Pero están ahí para meter miedo y garantizar su hegemonía en el mundo. Nada de eso ha sido desmontado por el nuevo emperador, que no cerró Guantánamo como había prometido y todavía envió treinta mil soldados a Afganistán para una guerra perdida de antemano.
Podemos estar en desacuerdo con la tesis básica de Samuel P. Huntington en su discutido libro El choque de civilizaciones, pero hay en él observaciones dignas de atención, como ésta: «la creencia en la superioridad de la cultura occidental es falsa, inmoral y peligrosa» (p. 395). Mas aún: «la intervención occidental probablemente constituye la fuente más peligrosa de inestabilidad y de un posible conflicto global en un mundo multi-civilizacional» (p. 397). Pues bien, las condiciones para semejante tragedia están siendo creadas por Estados Unidos y sus aliados europeos.
Una cosa es el pueblo estadounidense, bueno, trabajador, y algo ingenuo, que admiramos, y otra el gobierno imperial, que no respeta los tratados internacionales que van contra sus intereses y que es capaz de todo tipo de violencia. Pero no hay imperios eternos. Llegará el momento en que será un número más en el cementerio de los imperios desaparecidos.
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