Año 9 Número 84 | Fecha 2011-10-24 |
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NOTA A LOS LECTORES | Esta nueva edición del Boletín Entorno incluye tres artículos que analizan, desde diferentes ángulos, el reciente asesinato del líder libio Mohamed El Gaddafi, sus causas y las probables repercusiones que tendrá su muerte y el derrocamiento de su gobierno en el futuro de esa Nación del Norte de África. Asimismo, les ofrecemos tres artículos que con enfoques diversos, se acercan al movimiento "Ocuppy Wall Street". Nuestra intención no es agotar el tema, sino brindarles una muestra de los numerosos materiales que se vienen publicando y elementos de información que les permitan profundizar y dar seguimiento a este fenómeno que hoy se desarrolla en los Estados Unidos, émulo del iniciado en Europa con los "indignados". Esperamos les resulte de interés. Consejo Editorial Entorno. | Fuente: Cubarte | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
DE CÓMO OCCIDENTE GANÓ EN LIBIA | por Pepe Escobar | Se pelean como los buitres sobre los cadáveres. El ministro francés de defensa dijo que le habían agarrado con un avión de combate Rafale que disparó contra el convoy en el que iba- El Pentágono dijo que le habían agarrado disparando un misil Hellfire desde un Predator. Después, un herido coronel Muamar Gadafi buscó refugio en una mugrienta alcantarilla por debajo de una autopista –un eco espeluznante del “agujero” de Sadam Husein- donde fue encontrado por los “rebeldes” del Consejo Nacional Transitorio (CNT), quienes, como era de esperar, le ejecutaron. Abdel-Jalil Abdel-Aziz, un doctor libio que acompañó el cadáver de Gadafi en una ambulancia y que le examinó, dijo que murió de dos balas, una en el pecho y otra en la cabeza. El CNT –que ha estado vendiendo mentiras, mentiras y más mentiras durante meses- jura que murió en un “fuego cruzado”. Puede que fuera una turba. Puede que fuera Mohammad al-Bibi, que ostentaba una gorra de baseball de los Yankees de Nueva York y quien posó para el mundo entero blandiendo la pistola dorada de Gadafi, su billete quizá para recoger la considerable suma de 20 millones de dólares ofrecidos como botín por Gadafi “vivo o muerto”. Todo resulta cada vez más curioso si uno recuerda que eso es exactamente lo que la secretaria de estado de EEUU, Hillary Clinton, había anunciado en su meteórica visita a Trípoli cuarenta y ocho horas antes, que Gadafi sería “capturado o asesinado”. El Hada Queenie [*] satisfizo los deseos de Clinton, que se enteró de los hechos observando la pantalla de una BlackBerry, y reaccionando con el terremoto semántico “¡GUAU!”. Para los ganadores, el botín. Todos ellos lo hicieron: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el Pentágono y el CNT. En el momento en que una resolución de las Naciones Unidas imponiendo una zona de exclusión aérea sobre Libia se convirtió en un permiso para cambiar el régimen, el plan A fue siempre capturarle y matarle. Asesinato selectivo, esa es la política oficial de la administración Obama. No había plan B. Deja que te proteja bombardeándote En cuanto a la R2P (“responsabilidad para proteger” a los civiles), cualquier escéptico debería aferrarse a la explicación del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen: “La OTAN y nuestros socios han puesto en marcha con éxito un mandato histórico de las Naciones Unidas para proteger al pueblo de Libia”. Cualquiera que quiera revisar la protección de la OTAN a los civiles sólo necesita saltar a una camioneta y llegarse hasta Sirte, la nueva Faluya. Las reacciones han sido muy instructivas. El burócrata del CNT Abdel Ghoga se fue al Coliseo del Imperio Romano y dijo: “Los revolucionarios tienen la cabeza del tirano”. El presidente de EEUU Barack Obama dijo que la muerte de Gadafi significa que “estamos viendo la fortaleza del liderazgo estadounidense por todo el mundo”. Eso es como lo de “le agarramos”, todo lo que uno podía esperar, considerando también que Washington pagó no menos del 80% del coste de la operación de esos ceporros de la OTAN (alrededor de 1.000 millones de dólares, que los Ocupas de Wall Street harían bien en denunciar porque ya podían haberse dedicado a crear empleo en EEUU). Qué extraño decir ahora “lo hicimos”, porque la Casa Blanca dijo siempre que esto no era una guerra, que era algo “cinético”. Y que ellos no iban a encargarse. Parece que fue ese mayestático estratega de la política exterior, el vicepresidente estadounidense Jo Biden, quien resultó ser más descarnadamente instructivo que Obama: “En este caso, EEUU ha gastado 2.000 millones de dólares y no ha perdido ni una sola vida. Esta es una buena receta sobre cómo tratar con el mundo para avanzar con más rapidez que lo hicimos en el pasado”. Mundo, ya estás advertido, así es como el imperio va a tratarte a partir de ahora. Siente de cerca mi tan humanitario amor Por tanto, felicitaciones a la “comunidad internacional”, que como todo el mundo sabe se compone de Washington, unos cuantos miembros inútiles de la OTAN y los tan democráticos centros neurálgicos del Golfo Pérsico como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Esa comunidad, al menos, adora los resultados. La Unión Europea (UE) saludó “el fin de una era de despotismo”, cuando hasta prácticamente el jueves estaban acariciando el casquete que coronaba las túnicas de Gadafi y ahora están en un sin vivir fabricando editoriales sobre el reinado de 42 años del “bufón”. Gadafi habría sido sobre todo un huésped molesto de la Corte Penal Internacional en La Haya, porque habría disfrutado recordándoles a todos los besamanos, los cálidos abrazos y los acuerdos jugosos que Occidente estaba mendigando cerrar después de que fuera promovido de “Perro Loco” (Ronald Reagan) a “nuestro hijo de puta”. También iba a deleitarse detallando todos los turbios antecedentes de esos oportunistas que ahora intentan pasar por “revolucionarios” y “demócratas”. En cuanto a los conceptos del derecho internacional, yacen en una alcantarilla tan inmunda como esa en la que se refugió Gadafi. Al menos, el dictador Sadam consiguió un remedo de juicio ante un tribunal arbitrario e irregular antes de reunirse con el verdugo. Osama bin Laden fue sencillamente finiquitado, estilo asesinato, tras una invasión territorial de Pakistán. A Gadafi se lo cargaron con una mezcla de guerra aérea y asesinato. Los buitres del poder están congestionando los cielos. Mohammed El Senusi, que vive en Londres, el heredero del trono libio (el rey Idris fue derrocado en 1969) está listo para pasar a primer plano y ha dejado bien claro ya que “es un servidor del pueblo libio y que son ellos quienes deciden lo que quieren”. Traducción: Quiero el trono. Obviamente es el candidato favorito de la contrarrevolucionaria Casa de los Saud. ¿Y qué hay de todos esos burros de los think tank de Washington farfullando que este ha sido como el “momento Ceausescu” de la Primavera Árabe? Si tan solo el dictador rumano hubiera mejorado los niveles de vida de su país –en términos de sanidad gratuita, educación gratuita, incentivos para los recién casados, etc.- en una fracción de lo que Gadafi hizo en Libia… Más el hecho de que Nicolae Ceausescu no fue depuesto con un bombardeo “humanitario” de la OTAN. Solo un idiota podía haberse tragado la propaganda de las más de 40.000 bombas “humanitarias” de la OTAN que han devastado la infraestructura de Libia hasta devolverla a la Edad de la Piedra (Conmoción y Pavor a cámara lenta). Esto nunca tuvo nada que ver con la R2P, el inmisericorde bombardeo de civiles en Sirte así lo demuestra. Como los cuatro miembros importantes del BRIC sabían incluso antes de que se votara la Resolución 1973 de la ONU, iba de que la OTAN controlara el Mediterráneo como si fuera su lago, iba de la guerra del AFRICOM contra China y de levantar una base estratégica clave, iba de los franceses y los británicos consiguiendo jugosos contratos para explotar los recursos naturales de Libia en su beneficio, iba de Occidente ajustando la narrativa de la Primavera Árabe después de que les hubieran pillado desprevenidos en Túnez y en Egipto. Escuchen los brutales quejidos Bienvenidos a la nueva Libia, donde intolerantes milicias islamistas convertirán las vidas de las mujeres libias en un infierno viviente. Cientos de miles de africanos subsaharianos –todos los que no hayan podido escapar- serán perseguidos sin piedad. Se saqueará toda la riqueza natural del país. Toda la colección de misiles antiaéreos de los que se han apropiado los islamistas será una razón sumamente convincente para la “guerra contra el terror” en el norte de África se eternice. Habrá sangre, sangre fruto de guerra civil, porque Tripolitania se negará a quedarse subdesarrollada como se quedó Cirenaica. En cuanto a todos los dictadores que quedan por todas partes, ya pueden conseguirse una póliza de seguro de vida de la OTAN S.A.; Hosni Mubarak de Egipto, Zine al-Abidine Ben Ali de Túnez y Ali Abdullah Saleh del Yemen fueron lo suficientemente listos como para agenciársela. Todos sabemos que nunca habrá R2P para liberar a los tibetanos o los uygures, ni al pueblo del GULAG monstruoso que es Myammar, o al pueblo de Uzbekistán, o a los kurdos en Turquía, o a los pastunes a ambos lados de la imperialmente trazada Línea Durand. Sabemos también que cambiar a un mundo en el que podamos creer será el día en que la OTAN haga respetar una zona de exclusión aérea sobre Arabia Saudí para proteger a los chiíes en la provincia oriental, con el Pentágono lanzando una alfombra de Hellfire sobre esos miles de medievales y corruptos príncipes de la Casa de los Saud. No habrá tal. Mientras tanto, es el modo habitual de acabar de Occidente, con un golpe violento de la OTAN y mil brutales e ilegales quejidos. ¿Asqueados acaso? Consigan una máscara a lo Guy Fawkes y armen la de Dios es Cristo. | Fuente: Asia Times On Line | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
GADAFI Y LA PUTREFACCIÓN MORAL DEL IMPERIO | por Atilio A. Borón | El brutal asesinato de Muamar Al Gadafi a manos de una jauría de mercenarios organizados y financiados por los gobiernos “democráticos” de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña actualiza dolorosamente la vigencia de un viejo aforismo: “socialismo o barbarie.” No sólo eso: también confirma otra tesis, ratificada una y otra vez que dice que los imperios en decadencia procuran revertir el veredicto inexorable de la historia exacerbando su agresividad y sus atropellos en medio de un clima de insoportable descomposición moral. Ocurrió con el imperio romano, luego con el español, más tarde con el otomano, después con el británico, el portugués y hoy está ocurriendo con el norteamericano. No otra es la conclusión que puede extraerse al mirar los numerosos videos que ilustran la forma en que se “hizo justicia” con Gadafi, algo que descalifica irreparablemente a quienes se arrogan la condición de representantes de los más elevados valores de la civilización occidental. Sobre ésta cabría recordar la respuesta que diera el Mahatma Gandhi a la pregunta de un periodista, interesado en conocer la opinión del líder asiático sobre el tema: “es una buena idea”, respondió con sorna. El imperialismo necesitaba a Gadafi muerto, lo mismo que Bin Laden. Vivos eran un peligro inmediato, porque sus declaraciones en sede judicial ya no serían tan fácil de ocultar ante la opinión pública mundial como lo fue en el caso de Sadam Hussein. Si Gadafi hablaba podría haber hecho espectaculares revelaciones, confirmando numerosas sospechas y abonando muchas intuiciones que podrían haber sido documentadas contundentemente por el líder libio, aportando nombres de testaferros imperiales, datos de contratos, comisiones y coimas pagadas a gestores, cuentas en los cuales se depositaron los fondos y muchas cosas más. Podríamos haber sabido que fue lo que Estados Unidos le ofreció a cambio de su suicida colaboración en la “lucha contra el terrorismo”, que permitió que en Libia se torturara a los sospechosos que Washington no podía atormentar en Estados Unidos. Habríamos también sabido cuánto dinero aportó para la campaña presidencial de Sarkozy y qué obtuvo a cambio; cuáles fueron los términos del arreglo con Tony Blair y la razón por la cual hizo donativos tan generosos a la London School of Economics; cómo se organizó la trata de personas para enviar jovencitas al decrépito fauno italiano, Silvio Berlusconi , y tantas cosas más. Por eso era necesario callarlo, a como diera lugar. El último Gadafi, el que se arroja a los brazos de los imperialistas, cometió una sucesión de errores impropios de alguien que ya venía ejerciendo el poder durante treinta años, sobre todo si se tiene en cuenta que el poder enseña. Primer error: creer en la palabra de los líderes occidentales, mafiosos de cuello blanco a los cuales jamás hay que creerles porque más allá de sus rasgos individuales –deleznables salvo alguna que otra excepción- son la personificación de un sistema intrínsecamente inmoral, corrupto e irreformable. Le hubiera venido bien a Gadafi recordar aquella sentencia del Che Guevara cuando decía que “¡no se puede confiar en el imperialismo ni un tantito así!” Y él confió. Y al hacerlo cometió un segundo error: desarmarse. Si los canallas de la OTAN pudieron bombardear a piacere a Libia fue porque Gadafi había desarticulado su sistema de defensa antiaérea y ya no tenía misiles tierra-aire. “Ahora somos amigos”, le dijeron Bush, Obama, Blair, Aznar, Zapatero, Sarkozy, Berlusconi, y él les creyó. Tercer error, olvidar que como lo recuerda Noam Chomsky Estados Unidos sólo ataca a rivales débiles e inermes, o que los considera como tales. Por eso pudo atacar a Irak, cuando ya estaba desangrado por la guerra con Irán y largos años de bloqueo. Por eso no ataca a Cuba, porque según los propios reportes de la CIA ocupar militarmente a la isla le costaría un mínimo de veinte mil muertos, precio demasiado caro para cualquier presidente. Los imperialistas le negaron a Gadafi lo que le concedieron a los jerarcas nazis que aniquilaron a seis millones de judíos. ¿Fueron sus crímenes más monstruosos que las atrocidades de los nazis? Y el Fiscal General de la Corte Penal Internacional, Luis Moreno Ocampo, mira para otro lado cuando debería iniciar una demanda en contra del jefe de la OTAN, causante de unas 70.000 muertes de civiles libios. En una muestra de repugnante putrefacción moral la Secretaria de Estado Hillary Clinton celebró con risas y una humorada la noticia del asesinato de Gadafi. (Ver http://www.youtube.com/watch?v=Fgcd1ghag5Y) Un poco más cautelosa fue la reacción del Tío Tom (el esclavo negro apatronado que piensa y actúa en función de sus amos blancos) que habita en la Casa Blanca, pero que ya hace unas semanas se había mostrado complacido por la eficacia de la metodología ensayada en Libia, misma que advirtió podría ser aplicada a otros líderes no dispuestos a lamerle las botas al Tío Sam. Esta ocasional victoria, preludio de una infernal guerra civil que conmoverá a Libia y todo el mundo árabe en poco tiempo más, no detendrá la caída del imperio. Mientras tanto, como lo observa un agudo filósofo italiano, Domenico Losurdo, el crimen de Sirte puso en evidencia algo impensable hasta hace pocos meses atrás: la superioridad moral de Gadafi respecto a los carniceros de Washington y Bruselas. Dijo que lucharía hasta el final, que no abandonaría a su pueblo y respetó su palabra. Con eso le basta y sobra para erguirse por encima de sus victimarios. | Fuente: Rebelión | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
LOS MAGNICIDIOS DE LUMUMBA Y GADAFI MUESTRAN QUE EL COLONIALISMO AÚN PERSISTE | por Alberto Salazar | Patricio Lumumba fue un excepcional líder africano, anticolonialista, que tuvo el privilegio de luchar por la independencia de su nación y llegar a ser el primer africano en desempeñar el cargo de primer ministro de la misma, la República Democrática del Congo, que hoy es llamada Zaire. Independencia de Bélgica que se alcanzó oficialmente en junio de 1960, tras asumir la nueva república la deuda externa de Bélgica. Una deuda que jamás adquirió y que la imposibilitaba de alcanzar su pleno desarrollo. Cuando Lumunba intentó limpiar al ejército de la administración y residuos belgas que aún obedecían a esa nación europea y no a la nueva, empezó el conflicto. Bélgica jugó a dividir el Congo y una provincia, rica en yacimientos minerales, demandó su independencia de la joven república. En respuesta Lumumba buscó el apoyo de la extinta URSSS y la CIA estadounidense le adjudicó la imagen de comunista, pretexto suficiente para sacarlo del poder. Un memorando interno de la CIA, de 1960, escrito por el director de entonces Allen Dulles, contiene un parágrafo que despeja cualquier duda sobre el intervencionismo de las grandes potencias: “En los altos niveles del gobierno concluimos que si [Lumumba] sigue en el poder, las consecuencias serán catastróficas… para el mundo libre. Por eso, nuestra conclusión es que urge quitarlo de en medio lo antes posible”. El resto de la historia es parte del guión tradicional, un alzamiento militar y rebeldía en la policía, inestabilidad política, destitución ilegal de Lumunba, participación errónea de la ONU, detención, escape y nuevamente aprensión de Lumumba por parte de los alzados y, finalmente, su salvaje ajusticiamiento en presencia de agentes belgas y estadounidenses. Lumumba fue torturado, se le dejó sangrar por horas sin atención médica hasta que finalmente lo ajusticiaron. La historia registra pocas fotografías de ese magnicidio y contados relatos de cuán cruel fue ese bárbaro episodio. Posteriormente al mundo se le dijo que los asesinos habían sido “campesinos airados”, más tarde se indicó que lo habían ejecutado “sus enemigos congoleños” y así se fue enturbiando el ambiente, confundiendo a la gente y diluyendo la verdadera responsabilidad. Hoy los historiadores describen como mismo el presidente de EE.UU. Dwigth D. Einsenhower dió luz verde al asesinato de Lumumba y, que en el 2002, Bélgica reconoció su participación en el horrendo crimen y pidió disculpas a la familia de Lumumba. Sin embargo, los años han pasado y muchas generaciones ni siquiera conocen el nombre de Lumumba, mucho menos la tragedia. La derecha ha vuelto a jugar a enredar la investigación del crimen, a dejar pasar el tiempo y reconocerlo mucho después. Ello, unido con el fomentar el olvido de los aborrecibles hechos y el proclamar que hay que mirar al futuro y no al pasado, le permite a la derecha que nunca se haga justicia y que vuelva a repetir esas tácticas una y otra vez . Tal vez, los dos únicos cambios que hoy vemos con los magnicidios, como el del líder libio, Muammar Al Gadafi, son: primero que son documentados segundo a segundo con cámaras digitales y divulgados en la redes de información y de televisión a nivel mundial. Y segundo, que ahora los verdugos celebran descaradamente el crimen y no esconden sus reales intereses. La inhumana risa de la secretario de estado de los EE.UU., Hillary Clinton y las desvergonzadas declaraciones del senador Lindsey Graham, acerca del magnicidio en Libia, despejan cualquier duda posible. Hace horas Hillary dijo en CBS News sonriendo y orgullosa: ” Llegamos, vimos y él murió ” y más tarde Graham declaró en el canal Fox: "Vayamos a tierra. Hay mucho dinero para ser hecho en el futuro de Libia. Mucho petróleo será producido. Vayamos a tierra y ayudemos a la gente a establecer la democracia y el funcionamiento de una economía basada en principios del libre mercado. ” Un punto aparte en esta mención merece el curioso hecho de que la muerte de Osama Bin Landen -que habría sido homicidio pero no magnicidio- no cuenta con registro gráfico alguno. El supuesto peor enemigo del mundo civilizado aconteció en completo silencio y debemos creer que ocurrió porque así nos lo dicen quienes proclamaron ser sus enemigos. De modo que no nos venga el engañador de oficio, Barack Obama, a mentir con el cuento de que hay un nuevo liderazgo de EE.UU., es la misma opresión colonial de hace siglos la que perdura. Solo que ahora no hay que aguardar décadas para que se revele la trágica verdad; ahora esta surge en horas. Razón tenía el “Ché” Ernesto Guevara cuando dijo: ” Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio." | Fuente: Cubadebate | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
COMENTARIO: WALL STREET PIERDE SU INMUNIDAD | por Paul Krugman | A medida que sigue creciendo el movimiento Ocupa Wall Street, la respuesta de sus blancos ha cambiado gradualmente: el rechazo despectivo se ha remplazado con las quejas. (Un lector de mi blog sugiere que empecemos a llamar a nuestra clase gobernante la "kvetchocracia”, o dominio de los quejosos crónicos.) Los modernos señores de las finanzas miran a los manifestantes y preguntan: ¿qué no entienden lo que hemos hecho por la economía de Estados Unidos? La respuesta es: sí, muchos de los manifestantes sí entienden lo que Wall Street y, más en general, la élite económica del país han hecho por nosotros. Y por eso es que protestan. El sábado, The New York Times informó sobre lo que gente en el sector financiero dice en privado sobre las protestas. Mi cita favorita es la de un administrador de dinero no identificado que declaró: ' "Los servicios financieros son una de las últimas cosas que hacemos en este país y lo hacemos bien. Aceptémoslo’'. Esto es profundamente injusto para los trabajadores estadounidenses, que son buenos en muchas cosas y podrían ser aún mejores si hiciéramos inversiones adecuadas en educación e infraestructura. Sin embargo, debido al grado en el que Estados Unidos se ha rezagado en todo excepto en los servicios financieros, la pregunta debería ser: ¿por qué es una tendencia y queremos continuarla? Ello se debe a que el financiamiento de Estados Unidos no lo dictó la mano invisible del mercado. Lo que provocó que el sector financiero creciera con mayor rapidez que el resto de la economía, empezando alrededor de 1980, fue una serie de decisiones políticas deliberadas, en particular un proceso de desregulación que continuó justo hasta la víspera de la crisis del 2008. No por casualidad, la época del sector financiero siempre en crecimiento también lo fue de la desigualdad en el ingreso y la riqueza siempre en crecimiento. Wall Street hizo una gran contribución directa a la polarización económica, porque los ingresos en aumento en las finanzas representan una fracción significativa de la parte en aumento del ingreso del país para el uno por ciento hasta arriba (y del 0,1% de mero hasta arriba, que explica la mayor parte de las ganancias del 1% hasta arriba). En términos más generales, las mismas fuerzas políticas que promovieron la desregulación financiera fomentaron la desigualdad de conjunto en una diversidad de formas, debilitando al trabajo organizado, aboliendo “las restricciones indignantes” que solían limitar los sueldos de los ejecutivos, y más. Oh, y, claro, se redujeron drásticamente los impuestos para los adinerados. Se suponía que todo esto quedaría justificado con los resultados: los sueldos de los magos de Wall Street eran apropiados, se nos dijo, debido a las cosas maravillosas que hicieron. No obstante, de alguna forma, eso tan maravilloso no bajó al resto del país, lo cual era cierto aun antes de la crisis. El ingreso medio de las familias, ajustado a la inflación, aumentó solo cerca de un quinto entre 1980 y el 2007 respecto del de la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial, aun cuando la economía de la posguerra estuvo marcada tanto por una estricta normativa financiera como por tasas tributarias mucho más altas para los acaudalados de las que hoy están bajo discusión política. Entonces, llegó la crisis, que demostró que todos estos dichos sobre cómo las finanzas modernas redujeron el riesgo e hicieron que el sistema fuera más estable son un total disparate. Los rescates gubernamentales fueron todo lo que nos salvó de una crisis financiera tan negativa o peor que la que causó la Gran Depresión. ¿Y qué hay sobre la situación actual? La paga en Wall Street repuntó, aunque los trabajadores comunes siguen padeciendo por el desempleo elevado y cayendo los salarios reales. No obstante, es más difícil que nunca ver lo que están haciendo los financieros, si es que hacen algo, para ganar ese dinero. ¿Por qué, entonces, Wall Street espera que cualquiera tome en serio sus quejas? Ese administrador de dinero que dice que las finanzas son la única cosa que Estados Unidos hace bien también se quejó de que dos senadores demócratas por Nueva York no estén de su parte, al declarar: “Necesitan entender quiénes son su electorado”. En realidad, de seguro saben muy bien quiénes son su electorado, e, incluso, en Nueva York, 16 de cada 17 trabajadores están empleados en sectores no financieros. Sin embargo, en realidad no hablaba de votantes, claro. Hablaba de la única cosa que Wall Street tiene en abundancia gracias a esos rescates y a pesar de la total pérdida de credibilidad: dinero. El dinero habla en la política estadounidense, y lo que el dinero del sector financiero ha estado diciendo a últimas fechas es que castigará a cualquier político que se atreva a criticar el comportamiento de ese sector, sin importar qué tan delicadamente lo haga, como quedó evidenciado en la forma en la que el dinero de Wall Street abandonó ahora al presidente Barack Obama a favor de Mitt Romney. Y eso explica el asombro del sector ante los acontecimientos recientes. Verán, hasta hace unas cuantas semanas parecía que Wall Street había sobornado e intimidado eficazmente a nuestro sistema político para que olvidara la cosa de la economía. Luego, de repente, algunas personas insistieron en volver a plantear el tema. Y su indignación encontró eco en millones de estadounidenses. Con razón Wall Street se está quejando. | Fuente: El Universo (Ecuador) | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
LA INDIGNACIÓN NO BASTA (III) | por Jorge Gómez Barata | El sistema reacciona Protestar no basta, aplaudir tampoco. En la batalla de ideas, más que tener razón o hacer prevalecer algún punto de vista, lo importante es compartir criterios, movilizar el pensamiento crítico, contribuir a que prevalezcan la verdad y la razón, introducir el realismo, evitar nuevas decepciones y confrontar las manipulaciones mediáticas. De momento recomendaría prudencia a los que guiados por deseos vehementes, creen inminente la revolución anticapitalista y confunden turbulencias locales con una reacción global contra el sistema. No estoy seguro de que sea pertinente establecer un nexo entre la “primavera árabe” abortada desde Washington y por la OTAN, las protestas en Madrid, Atenas y otros lugares y lo que ocurre en Wall Street y no creo que, salvo las formas y la oportunidad, tengan algo que ver con lo que sucede en Chile o Israel; además, parece precipitado asumir que se trata de un movimiento global anticapitalista. Las situaciones y las motivaciones son diferentes y los protagonistas también; lo que conecta a tales fenómenos no son las esencias sino las apariencias y tal vez cierto mimetismo. Los Estados Unidos, donde aunque bajo intenso fuego las instituciones básicas del capitalismo funcionan, parecen haber sido creados para desmentir los presupuestos básicos de la politología moderna: en el país industrialmente más desarrollado es donde menos protagonismo tiene la clase obrera, la mayor agricultura del planeta no generó nada parecido a una clase campesina, jamás existió un movimiento sindical real, el socialismo apenas se ha difundido y el comunismo casi no avanzó, no se conoce un partido socialdemócrata, no se desarrolló el “estado de bienestar” y se ha prescindido casi completamente del “movimiento de masas”. Más que por doctrinas, la sociedad norteamericana, donde el individualismo prevalece, se cohesiona por lemas y según sus ideólogos por metas compartidas. Comparar o asociar las motivaciones y expectativas de los habitantes de Manhattan, Harlem, el Bronx, Queens, Brooklyn con las de cualquier otro lugar del planeta y homologar a Estados Unidos con Europa o con otras realidades probablemente sea erróneo. Es disparatado conectar la plaza Tahir con las calles de Nueva York y es equivocado asumir que el imperio es el poder, las élites políticas y los multimillonarios y que el “pueblo” es otra cosa o una alternativa a la dominación del capital. El pueblo del imperio es parte del imperio. No niego que haya excepciones pero también creo que ninguna golondrina hará un verano. Excepto por la ira y la absurda violencia con que son reprimidos, las manifestaciones callejeras de hoy, tanto en Europa como en los Estados Unidos no son más impresionantes que los enormes movimientos huelguísticos de los años cincuenta conducidos por entidades tan poderosas como los partidos comunistas y socialistas de Francia e Italia, los laboristas ingleses o los socialdemócratas alemanes y austriacos. No hay nada parecido en cuanto a capacidad de movilización a la CGT y a sindicatos como IG Metal y con todo y su enorme burocratización la AFL-CIO. Por otra parte, me gustaría advertir que los jóvenes y las personas que en Madrid, Atenas, Nueva York y otras urbes se manifiestan en las calles, no protestan contra el capitalismo por una opción filosófica como si de pronto se hubieran vuelto partidarios de Marx y de Lenin, sino que expresan su frustración porque el sistema ha dejado de ser eficiente y no cubre sus expectativas. ¿Cuáles son sus expectativas? Y ¿qué esperan ellos del capitalismo? Son enigmas de cuya solución depende una comprensión profunda de la actual coyuntura. Barack Obama, presidente de los Estados Unidos, Ben Bernanke, CEO de la Reserva Federal, Nancy Pelosi líder de la minoría en la Cámara de Representantes y Michael Bloomberg alcalde de Nueva York, entre otros pesos completos del sistema comprenden y casi apoyan a los indignados de Wall Street. La pregunta del momento es: ¿Por qué lo hacen? Con su apoyo Estados Unidos mediatizó las rebeliones de Túnez y Egipto. ¿Harán lo mismo con los de la plaza Zuccoti? El presidente ha reconocido que: “Expresan la frustración del pueblo estadounidense…”; el banquero dijo: “…No los puedo culpar…” mientras la parlamentaria los calificó como: “…Un movimiento joven que será efectivo…”, el alcalde les permite quedarse en la calle todo el tiempo que quieran y el New York Times se muestra comprensivo. La operación para cortejarlos puede haber comenzado, no sólo en Nueva York, sino también en Europa donde una comitiva del M 15 español fue recibida en Bruselas, sede del Parlamento Europeo, para donde también han partido la bella Camila Vallejo y su segundo a bordo, Giorgio Jackson. En Estados Unidos, un país donde rigen esquemas ideológicos y preceptos políticos basados en el individualismo, hasta hoy las movilizaciones multitudinarias y los eventos de masas, con las únicas excepciones de ciertos episodios de la lucha por los derechos civiles y la oposición a la guerra en Vietnam, no han tenido el protagonismo que tradicionalmente han asumido en Europa. No sólo el stablishment sino también parte del pueblo norteamericano es refractario a esta manera colectiva de reclamar ciertos derechos. Tal vez las cosas han comenzado a cambiar también allí, aunque parece que el sistema ha comenzado a desplegar su capacidad para absorber las protestas, neutralizarlas, limarles sus asperezas políticas y utilizarlas de modo convencional. Obama ejerce ya su capacidad de seducción. Allá nos vemos. | Fuente: Moncada, Grupo de Lectores en el Mundo | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
LOS LATINOS INDIGNADOS EN ESTADOS UNIDOS | por Manuel E. Yepe | Con más de 50 millones de personas, según el último Censo Nacional, los latinos constituyen la minoría más importante de Estados Unidos. En un país de más de 300 millones de habitantes, uno de cada seis se identifica étnicamente como latino o hispánico (término demográfico de reciente invención estadounidense para identificar a quienes hablan español, son nacidos en Latinoamérica, tienen familiares en esa región, o cuyo legado cultural proviene de los antiguos territorios mexicanos). Esta gran masa de latinos no es solo la minoría más importante de Estados Unidos, sino que, si constituyera un país, éste sería el más numeroso del mundo de habla hispana, por muy compleja y diversa que habría de ser su identidad. Sin embargo, a su representación numérica no le corresponde aún un poder político, administrativo o financiero equivalente. Su número, en cambio, se aprecia en las cifras de crecimiento de la fuerza laboral y se refleja en las del enrolamiento en las fuerzas armadas estadounidenses porque, ya sean nacidos en el exterior, en el país con padres indocumentados, o de familias de antiguo legado cultural mexicano, la mayoría comparte la condición de ser pobres. Así, por razones de ciudadanía combinadas con la pobreza, el servicio militar voluntario se convierte para los jóvenes latinos en un camino, aparentemente corto, hacia el logro de metas básicas: la educación —particularmente universitaria— y la obtención de la ciudadanía o un documento para poder vivir legalmente en el país. Lograr un reconocimiento social largamente denegado suele ser también una motivación para incorporarse. La inclusión de soldados latinos en “The Wall” -la gigantesca pared de mármol negro que recuerda en Washington a los soldados estadounidenses muertos en Vietnam a quienes se rinde homenaje en el Día de los Caídos o Memorial Day- ha permitido observar que casi cuatro mil de ellos están inscritos allí con apellidos en español. Pero, más que la ilusión de ser héroes, lo que lleva a los jóvenes latinos a enrolarse en el servicio militar de Estados Unidos —donde el riesgo de muerte para los latinos es un 20% más alto que para los no-latinos, probablemente debido al tipo de tareas encomendadas en los frentes— es la certeza de que no hay alternativa para sus aspiraciones de vivir con dignidad en la tierra donde nacieron de padres indocumentados o donde habitan desde pequeños. Con la aparición en España del movimiento protesta de los indignados que se ha extendido por todo el mundo y en Estados Unido ha repercutido con características inusitadas al llamado a “¡Ocupar Wall Street!”, han surgido interrogantes acerca de cual será la extensión de la participación de los latinos y los negros en las acciones de protesta de los estadounidenses. El control de los medios de prensa por la oligarquía de Estados Unidos logró inicialmente mantener con un bajo perfil informativo al movimiento OWS hasta que el arresto de 700 personas en el Puente de Brooklyn de Nueva York, unido a la participación de personalidades destacadas, como el cineasta Michael Moore y la actriz Susan Sarandon, hicieron saltar del silencio a un fenómeno tan extraordinario que estaba ocurriendo en el corazón de Manhattan. Sorprendió a algunos observadores, sin embargo, el hecho de que en el parque Zuccotti, centro de las manifestaciones luego que una sólida barrera policial impidió su acceso a Wall Street, la participación de latinos no era representativa del estado de ánimo en esa comunidad, hecho que sirvió para que los defensores del status-quo argumentaran que las motivaciones para el movimiento no tenían mucho que ver con los latinos. Se señalaba como un hecho inexplicable que esa comunidad no participara protagónicamente en una protesta generada por la avaricia de los bancos y las desregulación del sistema financiero, cuando los latinos y los negros han sido los primeros perjudicados, particularmente con la perdida de empleos, viviendas y beneficios sociales. Advertidos de este fenómeno, los líderes del movimiento OWS desarrollan acciones encaminadas a promover la participación más activa de los latinos y los negros identificando sus aspiraciones con las de los demás oprimidos de la sociedad estadounidense. Y si esa gran masa se incorpora plenamente a las filas de los que dicen representar al 99% de la ciudadanía que sufre los desmanes y abusos cotidianos del 1% más opulento, la correlación de las fuerzas en lucha contra el sistema político y social imperante se hará más claramente favorable a los verdaderos intereses del pueblo norteamericano. | Fuente: Argenpress | Para enviar comentarios acerca de este artículo haga clic aquí | ir a titulares | | |
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