En nombre de Beverly Keene
Martes, 28 de Febrero de 2012 11:10 p.m.
From: Rina <rina.bertaccini@speedy.com.ar>
Date: Mon, Feb 27, 2012
Subject: "MALVINAs, una vision alternativa"
To: seminariocordoba@gmail.com
Cc: smjcal@yahoo.com.ar
AGRADECEMOS LA DIFUSION DE ESTE ARTICULO
Malvinas, imperialismo cultural y autodeterminación
Por Rina Bertaccini (*)
Hace pocos días ha tomado estado público un curioso pronunciamiento suscripto por 17 intelectuales, periodistas, historiadores y periodistas que lleva el título “Malvinas, una visión alternativa”. Al respecto el diario conservador “La Nación” de Buenos Aires, en su edición del 23 de febrero pasado, sostiene: “uno de los ejes centrales de la propuesta es que el gobierno (argentino) adopte una posición que tenga en cuenta el principio de autodeterminación de los isleños”.
En realidad, este reducido grupo de personas, algunas bastante conocidas, repite en el documento los insostenibles argumentos con que la Corona Británica pretende justificar su presencia colonial en los archipiélagos del Atlántico Sur. El pensamiento colonizado que ellos encarnan se había expresado antes en diversos artículos y amplificado gracias a los medios monopólicos de información.
Entre esas personas, un caso paradigmático –y en cierto modo patético- es el de la reconocida intelectual Beatriz Sarlo, columnista de La Nación. En su artículo del 27 de enero de 2012, sostiene, entre otras cosas, que “Malvinas es un absceso envenenado de la sensibilidad patriótica nacional”. Ironiza además sobre la leyenda que las Madres de Plaza de Mayo escribieron oportunamente en sus pañuelos blancos: “las Malvinas son argentinas y los desaparecidos también”, sin entender el profundo significado de esa consigna. Y trasunta un gran desprecio por el pueblo argentino al sostener, por ejemplo, que “es una pobre identidad la que se sostiene como identidad territorial”; conclusión falsa de toda falsedad.
Por cierto, que los firmantes del documento, por gozar de un elevado nivel de instrucción y poseer, en conjunto, suficientes conocimientos históricos y jurídicos, no ignoran que la actual población de Malvinas, por definición, no constituye un “pueblo” y, por lo tanto, no puede ser sujeto del derecho de autodeterminación. Saben asimismo que reconocer –como lo hace la Constitución Nacional Argentina- el “respeto al modo de vida” y los intereses de los isleños, es bien distinto de reconocer la autodeterminación de una población trasplantada a las islas tras un acto violento de desalojo de la población original.
Es por eso legítimo concluir que estamos en presencia de un caso de imperialismo cultural (o imperialismo en lo cultural) según lo definen diversos autores. Dicho de otro modo, de un intento de “ejercicio de la hegemonía (…) a través de un proceso consciente de manipulación, tergiversación, subestimación, destrucción y suplantación del sistema de valores” que es patrimonio de una sociedad determinada, siempre con el propósito de consolidar o perpetuar la dominación. El imperialismo en lo cultural ha alcanzado su identidad “con contenidos de métodos, procedimientos, objetivos y fines concretos, preconcebidos y sistemáticamente aplicados; a raíz del arreglo a planes diseminados ex profeso por especialistas al servicio del poder de las sociedades dominantes” (1).
Desde este enfoque, resulta coherente que los autores de la denominada “visión alternativa” subestimen intencionadamente la cuestión de la soberanía argentina en los archipiélagos del Sur y desprecien el legítimo patriotismo de nuestro pueblo que pretenden igualar con un despectivo “patrioterismo”. Es natural que pongan en duda la soberanía argentina en Malvinas como lo hace el historiador Luis Alberto Romero en un artículo publicado en La Nación.
El imperialismo cultural va de la mano de la adopción del discurso del imperio dominante y el silencio sobre el papel de la OTAN como nave insignia de la política de guerra del imperialismo real que militariza el Atlántico Sur, roba escandalosamente los recursos naturales que pertenecen al pueblo argentino y amenaza la paz en la región.
Digamos por fin que este lamentable documento, afortunadamente, no es representativo del conjunto de la intelectualidad argentina. Es que mientras la inmensa mayoría de nuestro pueblo hace de Malvinas una causa nacional, mientras millones de personas, entre ellas decenas de miles de jóvenes y trabajadores de la cultura han ganado las calles en los festejos del bicentenario de la independencia patria, quienes lo suscriben están expresando un pensamiento al parecer anclado en un pasado que ya no se corresponde con los vientos de renovación que soplan con fuerza en el continente como preludio de una nueva época.
(*) Rina Bertaccini, presidenta del Mopassol de Argentina y vice presidenta del Consejo Mundial por la Paz.
- Ver “Imperialismo cultural en América Latina”, compilador Robert Austin, Págs. 3 y 4. Ediciones CECATP, Santiago de Chile, 2006.
Jueves, 23 de febrero de 2012
Malvinas: una visión alternativa
A tres décadas de la trágica aventura militar de 1982 carecemos aún de una crítica pública del apoyo social que acompañó a la guerra de Malvinas y movilizó a casi todos los sectores de la sociedad argentina. Entre los motivos de aquel respaldo no fue menor la adhesión a la causa-Malvinas, que proclama que las islas son un “territorio irredento”, hace de su “recuperación” una cuestión de identidad y la coloca al tope de nuestras prioridades nacionales y de la agenda internacional del país.
Un análisis mínimamente objetivo demuestra la brecha que existe entre la enormidad de estos actos y la importancia real de la cuestión-Malvinas, así como su escasa relación con los grandes problemas políticos, sociales y económicos que nos aquejan. Sin embargo, un clima de agitación nacionalista impulsado otra vez por ambos gobiernos parece afectar a gran parte de nuestros dirigentes, oficialistas y de la oposición, quienes se exhiben orgullosos de lo que califican de “política de Estado”. Creemos que es hora de examinar a fondo esa política a partir de una convicción: la opinión pública argentina está madura para una estrategia que concilie los intereses nacionales legítimos con el principio de autodeterminación sobre el que ha sido fundado este país.
Una revisión crítica de la guerra de Malvinas debe incluir tanto el examen del vínculo entre nuestra sociedad y sus víctimas directas, los conscriptos combatientes, como la admisión de lo injustificable del uso de la fuerza en 1982 y la comprensión de que esa decisión y la derrota que la siguió tienen inevitables consecuencias de largo plazo. Es necesario poner fin hoy a la contradictoria exigencia del gobierno argentino de abrir una negociación bilateral que incluya el tema de la soberanía al mismo tiempo que se anuncia que la soberanía argentina es innegociable, y ofrecer instancias de diálogo real con los británicos y –en especial– con los malvinenses, con agenda abierta y ámbito regional. En honor a los tratados de derechos humanos incorporados a la Constitución de nuestro país en 1994, los habitantes de Malvinas deben ser reconocidos como sujeto de derecho. Respetar su modo de vida, como expresa su primera cláusula transitoria, implica abdicar de la intención de imponerles una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean. La afirmación obsesiva del principio “Las Malvinas son argentinas” y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y su base militar, y hacen imposible avanzar hacia una gestión de los recursos naturales negociada entre argentinos e isleños.
La República Argentina ha sido fundada sobre el principio de autodeterminación de los pueblos y para todos los hombres del mundo. Como país cuyos antecedentes incluyen la conquista española, nuestra propia construcción como nación es tan imposible de desligar de episodios de ocupación colonial como la de Malvinas. La Historia, por otra parte, no es reversible, y el intento de devolver las fronteras nacionales a una situación existente hace casi dos siglos –es decir: anterior a nuestra unidad nacional y cuando la Patagonia no estaba aún bajo dominio argentino– abre una caja de Pandora que no conduce a la paz.
Como miembros de una sociedad plural y diversa que tiene en la inmigración su fuente principal de integración poblacional, no consideramos tener derechos preferenciales que nos permitan avasallar los de quienes viven y trabajan en Malvinas desde hace varias generaciones, mucho antes de que llegaran al país algunos de nuestros ancestros. La sangre de los caídos en Malvinas exige, sobre todo, que no se incurra nuevamente en el patrioterismo que los llevó a la muerte ni se la use como elemento de sacralización de posiciones que en todo sistema democrático son opinables.
Necesitamos abandonar la agitación de la causa-Malvinas y elaborar una visión alternativa que supere el conflicto y aporte a su resolución pacífica. Los principales problemas nacionales y nuestras peores tragedias no han sido causados por la pérdida de territorios ni por la escasez de recursos naturales, sino por nuestra falta de respeto a la vida, los derechos humanos, las instituciones democráticas y los valores fundacionales de la República Argentina, como la libertad, la igualdad y la autodeterminación. Ojalá que el 2 de abril y el año 2012 no den lugar a la habitual escalada de declamaciones patrioteras sino que sirvan para que los argentinos –gobernantes, dirigentes y ciudadanos– reflexionemos juntos y sin prejuicios sobre la relación entre nuestros propios errores y los fracasos de nuestro país.
* Firman Emilio de Ipola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antin (Quintín), Luis Alberto Romero, Hilda Sábato, Daniel Sabsay, Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli.
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Beverly Keene
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