jueves, 2 de agosto de 2007

Che Guevara búsqueda, hallazgo en Bolivia y retorno de sus restos a Cuba






Regresar los restos del Che, un anhelo cumplido

Por Orlando Oramas León*, serviex@prensa-latina.cu

La Habana (PL).- Desde los primeros momentos de conocerse el asesinato en
Bolivia del comandante guerrillero Ernesto Che Guevara, los líderes de la
Revolución y el pueblo cubanos entrañaban la aspiración de regresar sus
restos, y de sus compañeros de gesta, a la isla caribeña.

A la espera de que las condiciones políticas en el país andino lo
permitieran, se fue recolectando información hasta que en 1995 se conformó
en La Habana una comisión con tales propósitos.

Dos años después, un grupo multidisciplinario encabezado por el doctor
Jorge González, entonces jefe del Instituto de Medicina Legal de Cuba,
encontraba e identificaba los restos del Che, de René Martínez Tamayo
(Arturo), de Orlando Pantoja Tamayo (Olo) y de Alberto Fernández Montes de
Oca (Pachungo), cubanos.

También de los bolivianos Aniceto Reynaga, Simón Cuba y del peruano Juan
Pablo Chang, rescatados de la misma fosa en la que pretendieron hacerlos
desaparecer junto a sus compañeros de lucha cubanos.

Se cumplían así alrededor de 600 días de ardua labor, comentaba por
aquellos días el doctor González, quien además era el rostro más conocido
del valioso equipo cubano-argentino que intensamente laboró, en territorio
boliviano, en la búsqueda e identificación de los restos.

EMPEÑO Y CIENCIA

Llegar al lugar exacto en la antigua pista de aviación del pueblo de
Vallegrande, donde fueron hallados, resultó un trabajo de casi un año, tras
investigación histórica detallada para establecer áreas de interés. En esas
zonas se aplicó la técnica: desde sobrevuelos, fotografías aéreas y análisis
de teledetección.

Técnicos cubanos hicieron un mapa de isolíneas a fin de determinar los
movimientos de tierra que se hicieron a principios del pasado siglo para
trazar la pista. Sólo así podría saberse cuáles eran los movimientos de
tierra que pudieran estar justificados y cuáles podrían apuntar a un
enterramiento.

Asimismo se realizó un levantamiento fotográfico para comparar y saber
qué árbol nació, cuál no nació, qué zanja se llenó, cuál se abrió. Toda una
dinámica de suelo que incluyó la caracterización de la geografía del valle
de Vallegrande desde 10 mil años atrás, para descubrir cómo se formó, cuáles
eran las piedras que estaban desde entonces, las que no tenían que estar, de
dónde venían los corrimientos de piedras, las tierras cuáles eran.

Se clasificó el suelo, el PH, el color, todos los elementos geoquímicos,
metro a metro, dentro de la pista. Se llegó así a una certeza científica de
donde podía estar enterrado el legendario revolucionario y combatiente. Fue
tal el convencimiento que, aunque el terreno se dividió en 12 áreas, de
ellas empezaron a cavar por la número siete, donde estaban enterrados.

Los que buscaban en Vallegrande y otros lugares de la geografía boliviana
incluían al también médico forense Héctor Soto, la historiadora María del
Carmen Ariet, el arqueólogo Roberto Rodríguez, entre los cubanos; Patricia
Bernardi, Alejandro Inchaurregui y Carlos Somigliana, los argentinos.

Pero aquel grupo no estaba solo. En Cuba un grupo de trabajo, que integró
a más de 15 instituciones y más de 50 especialistas, brindó una contribución
de gran valor científico.

¡ LO ENCONTRAMOS !. "Cuando yo digo esto sólo veo los restos de una
persona", - refirió entonces a este cronista el doctor Jorge González.

"El que yo encuentro es Aniceto Reynaga, boliviano. Yo no veo al Che, que
está al lado. Soto me dice: ¡ Mira, aquí hay más ! En eso regresa Roberto, el
arqueólogo cubano, a quien yo había mandado a ponerse un abrigo, pues había
cuatro grados de temperatura y estaba lloviznando. Las nubes estaban sobre
nosotros y casi no se veía. Roberto se tira del carro y se da cuenta. Se
abraza con nosotros. Luego nos controlamos e hicimos lo que debía hacerse:
preservar el lugar, cercarlo, no tocar nada. Entonces llamé a Cuba".

LA IDENTIFICACIÓN

Una de las últimas fotos que se le toma al cadáver del Che, en la
lavandería vieja del hospital de Vallegrande, lo muestra con el torso
desnudo y el brazo izquierdo dentro de la manga de una chamarra militar.
Viste un pantalón verde olivo y cinturón negro. Los restos del Che
conservaban el capote y el cinto.

Las osamentas que corresponderían al guerrillero cubano-argentino no
presentan las de manos, que le habían sido cortadas por órdenes de quienes
dispusieron su muerte en la escuelita de La Higuera. El examen forense
preliminar confirma las protuberancias superciliares características del
Che. También se corrobora la ausencia de un molar, dos datos fundamentales
para la identificación.

Tras la exhumación tuvo lugar, en el hospital Japonés de Santa Cruz de la
Sierra, la ardua y meticulosa labor de identificación, que en el caso de los
cubanos fue facilitada por datos en mano del grupo investigador.

En presencia de decenas de periodistas bolivianos y extranjeros, se
confirmó la identificación de los caídos y se hizo la entrega de los restos
a los familiares o representantes el 14 de julio de 1997.
Se puso en manos del fiscal y el forense bolivianos, encargados del
proceso legal, 10 carpetas que incluían informe arqueológico,
antropométrico, datos generales, radiografías, en fin, todos los elementos
que apuntaron a la coincidencia entre la información y los restos
identificados.

Allí se conoció que salvo el Che, el resto de los compañeros presentaban
impactos de bala en el cráneo, lo cual apunta a que fueron rematados después
de caer en combate.

El Comandante Guevara, ametrallado, tenía numerosas fracturas, incluidas
las lesiones sufridas en su último combate, el 8 de octubre de 1967.

Los que entonces le asesinaron cobardemente para intentar silenciar su
ejemplo, son los mismos que hoy alientan y propalan mentiras sobre la
identidad de los restos que celosamente se guardan en el Mausoleo del Che
Guevara, en la ciudad cubana de Santa Clara, donde tropas bajo su mando
dieron un mortal golpe a la dictadura de Batista en diciembre de 1959.

*El autor, actualmente subdirector del periódico cubano Granma, fue
enviado especial de Prensa Latina a Bolivia en julio de 1997.