domingo, 10 de agosto de 2008
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foto: izquierda Dr. Alberto Granado, derecha Ernesto Guevara de la Serna, sobre la balsa "Mambo Tango" en Perú.
CHE GUEVARA Y LA EUROPA ORIENTAL
Por Manuel E. Yepe
Faltaríamos a la objetividad si no viéramos un vínculo, por muy contradictorio que éste pueda parecer, entre la primavera de Praga, que provocó la ocupación militar soviética de Checoslovaquia en agosto de 1968, y las ideas libertarias de que era abanderado el Che.
Cualquiera puede adivinar que los pronunciamientos críticos tantas veces expuestos por el Che Guevara acerca de la necesidad de superar la inmovilidad del marxismo-leninismo en la URSS y los demás países del "socialismo real" no eran bien recibidos en esas naciones.
Por supuesto que no parece lógico suponer que en los círculos oficiales de la URSS y de los países de Europa del Este se recibieran con agrado las palabras el Che, en ocasión del Segundo Seminario Afroasiático celebrado en Argelia el 24 de febrero de 1965 sobre el deber moral que correspondería a los países socialistas de "liquidar su complicidad tácita con los países explotadores de occidente dejando a un lado el supuesto principio de los beneficios recíprocos en el comercio, porque ellos obligan a los países subdesarrollados a vender con los precios que la ley del valor y las relaciones internacionales de intercambio desigual imponen a los países atrasados".
O que les llamara a asumir la obligación moral de asistir al desarrollo de los países dependientes cuya lucha por la liberación del capitalismo "debe costarle a los países socialistas".
Sin embargo, confieso que, como yo era ferviente defensor del sistema de financiamiento presupuestario desarrollado por el Che en los marcos de la polémica que entonces se desarrollaba en Cuba, durante los casi siete años que me desempeñé como Embajador en Rumanía entre 1961 y 1968, busqué y sostuve un buen número de debates acerca de estas ideas económicas con muchos expertos y algunos dirigentes de estos países e invariablemente encontré respeto, cuando no simpatías, hacía estas concepciones tan iconoclastas en aquel medio.
Más allá del hecho de que, a nivel privado, las afirmaciones del Che contra el acatamiento sumiso de políticas impuestas, tanto por el enemigo como por aliados, eran habitualmente atendidas con mucha admiración, topaba con cierta frecuencia con quienes encontraban, en las ideas libertarias del Che, fertilizante para sus propias ideas o proyectos discrepantes de la hegemonía soviética.
Destaco el caso de Cestmir Cisar, embajador checoslovaco en Bucarest hasta que fue llamado a su país para ocupar el cargo de Ministro de Cultura de la "primavera de Praga" en el gobierno encabezado por Alexander Dubcek. Cisar era ferviente amigo de Cuba y admirador del Che desde que había visitado la isla en 1960 en calidad de Ministro de Educación de su país.
Recuerdo que George Radulescu, un prestigioso economista rumano que fue Ministro de Comercio y luego vicepremier, al saber de la caída del Che en Bolivia comunicó su interés por viajar a Cuba a dar el pésame a la familia y ratificar su admiración por el Comandante Guevara, cuyo pensamiento en materia económica me consta que siempre le interesó y admiró. Radulescu cumplió poco tiempo después sus deseos al frente de una delegación comercial, no obstante el hecho de que los nexos diplomáticos cubano-rumanos pasaban por una difícil etapa.
En mi opinión, la idea de que Cuba representaba una alternativa no ortodoxa, creativa y original, al burocratizado "socialismo real" de la Unión Soviética y sus vecinos integrantes del Pacto de Varsovia era compartida por una parte nada despreciable de la intelectualidad y los estudiantes de la propia URSS y los países del campo socialista en Europa Oriental, al margen de las diferencias en cuanto a métodos y tácticas de lucha determinadas por realidades y circunstancias bien diferentes así como por la influencia de la disciplina partidista.
En la URSS y otros países socialistas de Europa, conocí muchos seguidores del Che para quienes él encarnaba anhelos esenciales acerca de la necesidad de superar el estancamiento de la ideas revolucionarias en sus naciones, algo que por evidentes razones de seguridad nacional, no podía entonces ser expresado con la misma claridad y amplitud por Fidel Castro, dadas sus responsabilidades oficiales como Jefe del Estado cubano.
En mi criterio, no obstante la involución de las ideas políticas que inevitablemente ha debido acompañar, por algún tiempo, el regreso al capitalismo en esos países, el prestigio del Che en los países de Europa oriental estará presente en el futuro político de esas naciones, que conocieron un experimento socialista que fracasó, pero eso no significa que por ello hayan muerto sus esperanzas de vivir en sociedades más justas y solidarias.
La Habana, Agosto de 2008