martes, 27 de septiembre de 2011

Che Guevara sonríe en el país vasco con Annie Arroyo Padre Benitez polit2

 

 

De: Annie ARROYO [mailto:ardakan@wanadoo.fr]
Enviado el: Martes, 09 de Octubre de 2007 04:47 a.m.
Para: Toto
Asunto: La sonrisa de Che

Hay fechas que no quisiéramos recordar, días que quisiéramos que no hayan existido. Es el caso de aquel 9 de octubre de 1967 cuando un suboficial boliviano, llamado Mario Terán, tuvo que cerrar los ojos para ejecutar de dos ráfagas de metralleta a un prisionero herido.

Este prisionero, que se hacía llamar « Comandante Ramón » en realidad se llamaba Ernesto Guevara de la Serna. Un hombre de la CIA se acercó al cadáver para verificar con una patada que Che sí que estaba muerto. Unos se quedaron apartados, guardando en la memoria la imagen de ese hombre que habían visto "grande, muy grande" y cuya mirada había bajado su mirada a ellos. Otros, tranquilizados y habiendo cobrado coraje ante un hombre muerto, se acercaron para tocarlo, sacar fotos. Esas fotos de Che muerto, quisiera no haberlas visto nunca. Del Comandante, quisiera conocer sólo esas imágenes furtivas donde lo descubrimos con el ojo fruncido de picardía y el cigarro en la boca, unas fotos en las cuales su sonrisa, tanto tiempo después, nos llega al corazón como la de un ser querido y familiar. Si yo debiera guardar una sola foto de él, creo que sería la en la cual, en el marco imponente e una reunión internacional, discute sonriendo con el público con una nalga en la mesa, vestido con el uniforme de la guerrilla, con un vaso en la mano, sin preocuparse por nada del protocolo.

En este triste día de octubre, en La Higuera, mataron a un hombre e hicieron nacer un mito. Gracias a sus asesinos, Ernesto Che Guevara nunca será un anciano, y siempre guardaremos el recuerdo de aquella mirada puesta en el horizonte de un mundo mejor, tal como Korda lo ha fijado para la posteridad.

Se puede matar a un hombre, nada se puede contra una leyenda. Excepto, quizás, tratar de mancharla. ¡Qué casualidad si, al acercarse el 40° aniversario de ese asesinato, se está orquestando unas bajas maniobras contra su memoria! Recientemente se publicó un artículo – firmado por Jacobo Machover, para no citarle – que presenta al Che como un verdugo sanguinario y brutal. Otros hicieron de eco. Pero lo más  odioso, sin duda es esa subasta prevista en Texas los 25 y 26 de octubre de un mechón de cabellos del Comandante. Primer precio: 7 millones de dólares. El vendedor, un tal Gustavo Villoldo, un exiliado cubano de 71 años de edad, es ese agente de la CIA que se había asegurado de la muerte de Che y había cortado simbólicamente un mechón de cabellos del cadáver… Esos seres se llaman cazadores de carroñas. Estamos en la más abyecta ignominia. Pero hagan lo que hagan, no hay quien pueda con la figura legendaria y la sonrisa del Comandante. En medio de esas maniobras de quienes ven, en los ideales de la Revolución Cubana que tan bien encarna el Che, un peligro para sus intereses, un hombre llegó en nombre de su padre para dar oficialmente las gracias a Cuaba y a los médicos cubanos. La historia, al principio, es común. Un señor anciano, jubilado del ejército boliviano, se había vuelto ciego después de una catarata que sus pocos recursos no le permitían curar. En esto, llegan los Cubanos y la Operación Milagros. Al anciano le operan gratuitamente y cuando abre los ojos, ve la cara de un joven médico cubano que le sonríe… ¡A él que tuvo que cerrar los ojos para encontrar la fuerza de ejecutar a este cuya mirada le ha perseguido durante tanto tiempo! Porque ese anciano que ha abierto los ojos sobre una sonrisa, se llama Mario Terán. El fue quien disparó contra el Che. Seguro que, desde el paraíso de los valientes, Che está arrugando los ojos, sonriendo. ¿Podía la historia dar un mentís más duro a quienes quieren matarlo por segunda vez?

Pueden decir o hacer lo que quieran: nada podrá con la leyenda del Guerrillero Heróico. Ya no sé quién escribió: "Ernesto Guevara no ha muerto; nadie puede matarlo, la tierra de América está regada de su presencia, se multiplicarán los guerrilleros, el valor y el heroísmo serán de nuevo pan de los humildes", pero tenía razón.

Tantos años después siguen sonando las ùltimas palabras de la oracion funebre pronunciada por el Padre Benìtez :

« Hace ya años había entrado en la leyenda. Sus enemigos podrán achacarle extravíos ideológicos todos los que quieran. Pero nadie sensato va a negarle pasión, coraje, heroísmo y una constancia en su vocación a toda prueba. Le dolía adentro del alma el dolor de las masas. [...]. Ha muerto con todas las características de los héroes de leyenda, quienes en la conciencia popular nunca mueren."

Annie Arroyo        Octubre de 2007