Las desapariciones de la historia argentina. De la conquista del desierto a hoy. Acaba de aparecer un libro muy interesante, El Terrorismo de Estado en Argentina, editado por el IEM. Es la historia desde el comienzo de nuestra vida republicana hasta la aberrante situación instaurada por la dictadura (1976-1983). Entre otras, aparece la masacre de la mal llamada Conquista del Desierto cometida por el ejército del general Roca contra los indígenas patagónicos y el posterior regalo de 2.500.000 hectáreas de Santa Cruz a 137 estancieros ingleses. La generosidad no terminó allí: se entregaron 41 millones de hectáreas a 1843 terratenientes. Entre estos, José Martínez de Hoz y el mismo Roca. Mientras que miles de indígenas regaron con su sangre aquellas tierras. Sería largo relatar el otro capítulo de la campaña verde en el Gran Chaco donde muchos miles de indígenas fueron muertos para robar sus tierras. Muchas familias indígenas volvieron a la esclavitud. Durante la última dictadura se dan nuevamente la mano el poder político, económico, militar y policial para transformarse en terrorismo, ahora mucho más perfeccionado. La primera desaparición es el Estado de Derecho y la Constitución. Se cierra el Congreso, los partidos políticos son prohibidos, la justicia pierde su vigencia, aparecen los presos políticos. Se perfecciona el sistema de desaparición forzada de personas ya instaurado por la Triple A. En 1980, entre mis responsabilidades como pastor de la Iglesia Evangélica Metodista visité en la cárcel de Devoto a internas que estaban a disposición del PEN. Las cosas no me resultaban fáciles, largas esperas para entrar, rigurosas requisas. Una tarde al regreso, enojado por tanto maltrato, escribí un texto que titulé Visión: "Vi un monstruo de muchas cabezas. Nadie sabe cuántas, porque mandan desde la oscuridad. Nadie las conoce pero el monstruo obedece sus órdenes. Vi en su pecho el corazón hecho de oro, su sangre era dinero que recorría todo su cuerpo. Yo vi que en una mano tenía armas de todo calibre, fusiles, revólveres, cohetes, misiles, tanques, aviones, barcos. En otra, aferraba elementos de tortura, cadenas, picanas, cuerdas, cubos para ahogar y más. Con otra mano, porque tenía más de dos, escribía órdenes de prisión. Con otra escondía a los desaparecidos para que nadie supiera de ellos. Muchos habían sido torturados, muertos en la tortura; otros fusilados o tirados al mar. Con otra mano distribuía niños nacidos en cautiverio o robados de sus familias. Preparaba propaganda muy elaborada para esconder toda su maldad. Luego oí que el monstruo hablaba con voz prepotente y poderosa, usaba el nombre de Dios y parecía que Dios también estaba a sus órdenes. Decía que él defendía la fe y que Dios le bendecía. Pero vi también una cosa que el monstruo no resistía: La Verdad. Cuando la verdad era dicha todo su ser se sacudía. Sólo la verdad le aterraba, le irritaba. La mentira era su escudo. Vi todo esto y desperté. Mi oración fue: que la Verdad, Oh Dios, resuene como impetuoso río. Entonces el monstruo caerá al suelo desintegrado. Y habrá libertad!" La segunda desaparición fue el robo de 30 mil personas. Este delito no estaba tipificado cuando iniciaron esa aberrante práctica. En la ley existía el delito de robo de bienes pero de personas nunca se había imaginado. Hoy el derecho ha avanzado hasta considerar la desaparición forzada como delito de lesa humanidad. Este delito fue practicado por los gobiernos militares en toda la región. Miles de militares fueron instruidos en el mismo lugar: La Escuela de las Américas, en Panamá. La tercera desaparición fue el robo de bienes. He acompañado a personas que sufrieron esta situación. No sólo secuestraban personas sino que se llevaban también sus bienes. He visto casas devastadas totalmente. Supimos también que esta "luz verde" para estos robos era el botín que recibían los desaparecedores. Nunca se ha hecho un estudio a fondo de todo lo robado: vehículos, propiedades, campos, depósitos bancarios, etcétera. Inmobiliarias clandestinas, ventas fraguadas, operaciones ilícitas, firmas obtenidas mediante torturas. Así como robaron tierras a las tribus indígenas, el terrorismo de Estado robó millones de dólares en bienes. La cuarta forma de desaparición fue el robo de identidad. Esto fue quitarle su contexto familiar para luego serle impuesta una falsa identidad. Es negarle su historia personal y sus seres amados para llevarlos a un terreno desconocido e incierto. Lo mismo sucedió con los hijos de las madres indígenas al ser esclavizadas. Finalmente, la quinta desaparición es la de toda información de lo sucedido. Las Fuerzas Armadas nunca sacaron a la luz toda la información de quiénes cometieron estos delitos ni dónde están los cuerpos de los desaparecidos. Los organismos de Derechos Humanos seguirán reclamando la información, buscando la identidad de quienes fueron apropiados. También llevando a la justicia a los culpables de tales hechos aberrantes. Este camino de búsqueda y de justicia no es negociable. En la Comisión por la Memoria trabajamos con este pasado y también con sus consecuencias en el presente. De allí la fuerte colaboración con los juicios en todo el país mediante los documentos del Archivo, uno de los más completos disponibles. Nuestro Comité Contra la Tortura monitorea la grave situación de cárceles bonaerenses y los lamentables delitos de la policía provincial. Por su parte, el Programa Jóvenes y Memoria, donde participan más de 500 escuelas secundarias del país, siembra semillas de concientización sobre lo sucedido. El Museo por la Memoria, las publicaciones y los programas radiales analizan todo este panorama. Lo hacemos como un servicio a la consolidación de nuestro Estado de Derecho y para la valorización de la vida ante tanto dolor y desvalorización humana. (PE/Tiempo Argentino) (*) Obispo (E) de la Iglesia Evangélica Metodista. Miembro de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires. Publicado en Tiempo Argentino el 24 de marzo de 2011. Agencia de Noticias Prensa Ecuménica 54 291 4526309. Belgrano 367. Cel. 2914191623 Bahía Blanca. Argentina. www.ecupres.com.ar asicardi@ecupres.com.ar |