martes, 12 de abril de 2011

Cuba derrotó a John Fitzerald Kennedy y a la CIA

 

La  Historia  cambió  en  66  horas .   ( 2da. Parte )

 

La Habana, 11 abril de 2011.   (Prensa Latina)       FIDEL    REGRESA   AL    AUSTRALIA     por  Luis  Baéz

Después de la partida de los tanques, Fidel regresa al Australia. En la pequeña habitación que sirve de puesto de mando

se reúne con Martínez Sánchez y Osmany Cienfuegos quien ha llegado de la capital cargado de mapas.

Me siento en el portal a escuchar. Silenciosamente, varios combatientes me imitan. Fidel habla por teléfono con el comandante

Sergio del Valle.

Su voz es firme, recibe informaciones e imparte órdenes. La conversación dura unos 50 minutos.  Ahí me percato de que a los

invasores les quedan pocas horas de existencia.

Mientras, la Compañía No. 3 y elementos de la Columna 1 con su jefe, el capitán Ferrer, avanzan hacia Playa Larga, lugar de

atrincheramiento de las posiciones enemigas.

¿ESTO ES NOTICIA?

El papel de la prensa en cuanto a la invasión de Girón y a las agresiones contra Cuba, muestra la tendencia de los ejecutivos de

los grandes medios de difusión norteamericanos de plegarse a los deseos de Washington.

El New York Times recibió el 6 de abril, desde Miami una información de su periodista Tad Szulc en que vinculaba a la CIA

con los preparativos de la invasión y anunciaba que el ataque era inminente.

El entonces editor del Times, Orvil Dryfoos, se vio seriamente preocupado por las implicaciones que pudiera tener el relato del

periodista para la seguridad del diario, y escribió un editorial eliminando las referencias a la CIA y a la inminencia de la invasión.

A su vez trasladó la información de la primera página a una columna en la cuarta.

Kennedy se apoyaba en los editores siempre que podía mantener las noticias fuera de los periódicos.   Él llamaba a esto

"revelaciones prematuras de seguridad de la información".
Alan J. Gould, en esa época director general de la Agencia Associated Press (AP), comentó: " En ocasiones, elaboramos historias

de interés nacional.   Cuando el Presidente de Estados Unidos lo llama a usted y le dice que es un asunto de vital seguridad, usted

acepta su mandato".

Las reiteradas denuncias de Fidel de que Estados Unidos estaba organizando una fuerza invasora para ocupar la Isla, fueron

desechadas por los medios de difusión norteamericanos.
Peor, sistemáticamente subestimaron y minimizaron esta alerta.
Cuando la administración de Eisenhower rompió las relaciones con Cuba el 3 de enero de 1961, un artículo en el Sunday

New York Times (sumario de las noticias de la semana), relató:

" Lo que hizo estallar la paciencia de Estados Unidos fue una nueva propaganda ofensiva de La Habana, en la que se acusa a

Estados Unidos de estar tramando una "inminente invasión a Cuba"."

Y en correspondencia con esta opinión, actuaron.   En un intento flagrante para inflamar la opinión pública contra Cuba, los

medios norteamericanos difundieron numerosas informaciones acerca de la utilización por la Fuerza Aérea cubana de aviones

soviéticos " Migs " de retropropulsión.

La revista Times llegó a afirmar que algunos fueron piloteados por checos.  Hicieron caso omiso a las evidencias brindadas por

la propia Marina de Guerra de Estados Unidos, que desmentían estas historietas.
El 20 de abril, en un despacho desde la base naval de Guantánamo, el New York Times, resaltó: " El sensible radar de los buques

norteamericanos aquí no ha registrado rastros de aviones comunistas o cubanos de alta velocidad.  Los funcionarios están seguros

de que no hay cazas "Migs" en esta área de Cuba.   Tampoco han divisado nuestros buques ningún submarino extranjero.  " Sin

embargo, este último párrafo fue omitido en una edición posterior del periódico.

Sobre la relevante actuación de la Fuerza Aérea cubana durante la invasión, Fidel puntualizó: “¡ Ojalá hubiéramos tenido unos

cuantos Migs en aquellos días !".
En un discurso el 27 de abril, ante la Asociación de Publicistas de Periódicos, Kennedy urgió a la prensa a autocensurarse a favor

de la Seguridad Nacional.    Irritado por las revelaciones de los periódicos exponiendo el sucio complot de la CIA contra Cuba,

precisó:   " Cada periódico debe preguntarse ahora, con respecto a cada información: "  ¿ Esto es noticia ? " Lo que sugiero es

que ustedes añadan esta pregunta:  " ¿ Interesa esto para la seguridad de la nación ?"  Y espero que cada organización en

Norteamérica  (sindicatos, hombres de negocios y funcionarios públicos) de todas las categorías, harán la misma pregunta de

sus esfuerzos, y adaptarán sus acciones a la misma prueba."

LA DESBANDADA


En las primeras horas de la mañana del día 18, se le ordena al batallón de la Escuela de Responsables y a la Columna 1 del

Ejército Rebelde, retirarse y reorganizarse en el Australia, pues se iban a introducir tropas frescas acabadas de llegar a la zona

de operaciones.

Al amanecer habían arribado los batallones de milicias 180 y 144.     Se dispuso que el 144, a las órdenes del teniente Leonel

Zamora Rodríguez, se moviera a toda velocidad por Soplillar, hacia Caleta del Rosario y que allí consolidase posiciones para

enfrentar al enemigo, tanto por Playa Larga, como por Playa Girón, y cortar así en dos el territorio.   Al 180, al mando del

teniente Jacinto Vázquez de la Garza, se le instruye que avance con los tanques por la carretera Pálpite-Playa Larga y tome

esta última en cooperación con una fuerza que al mando del teniente Palacios, rodearía al enemigo desde Buenaventura.
Alrededor de las 8:00 a.m., cuando las tropas comenzaban a moverse contra las posiciones enemigas, aparece un grupo de

civiles que vienen de Playa Larga y portan una bandera blanca. Informan que, ante la presencia de las fuerzas revolucionarias,

el enemigo abandonó la posición.

El teniente Vázquez de la Garza regresa a Pálpite para comunicarle a Fernández lo que acaba de conocer.
Ante la posibilidad de que algunos mercenarios quisieran rendirse o que se tratara de una estratagema, se ordena que se tomen

las medidas oportunas.   Al llegar al lugar se descubre que los invasores habían abandonado Playa Larga.  Por la carretera, en

camiones, vienen cerca de cien familias con paquetes atados a los hombros.  La evacuación recuerda estampas de los documentales

de otras guerras. Han sido prisioneros de los mercenarios.  “Se están rindiendo dicen”    Van hacia el mar.

Los campesinos narran diferentes episodios.   Los invasores se hacían pasar como miembros de un Ejército de Liberación.  Cuando

se encontraron con los milicianos les habían pedido que se rindieran y recibieron como respuestas:   " Patria o Muerte ",
" Viva Fidel ",  " Venceremos ", y los disparos de nuestros combatientes, sin mediar más palabras.
Uno de los invasores, procedente de Playa Larga, es traído herido a Pálpite. Tiene un hueco en la espalda y su estado es de gravedad.

Balbucea algunas palabras: ...Éramos alrededor de 1 500 ". Viste el uniforme de la Brigada.  En el hombro el número 2506 y en el

cuello una chapilla con el apellido Oliva.  Es trasladado a un centro de curaciones y después a un hospital.
Al llegar a Playa Larga pudimos apreciar que el centro turístico, todavía en construcción, tiene huellas de un encarnizado combate;

un tanque está virado a la entrada; en las trincheras cavadas por los invasores aparecen los cadáveres de varios de ellos caídos en el

fragor de la batalla.
En distintos hoyos se observan obuses, morteros y cajas de granadas.  Un combatiente nos advierte que tengamos cuidado con los

montones de arena que se divisan a uno y otro lado de la carretera; pueden ser minas colocadas por los mercenarios en su huida.

Al Batallón 180 se le da la orden de fortificar Playa Larga y consolidar las posiciones contra posibles desembarcos o ataques por tierra.

Se mandaron entonces patrullas de reconocimiento en vehículos que avanzaron 15 kilómetros hacia Girón, sin encontrar fuerzas enemigas.
Un barco semihundido se ve a lo lejos. Playa Larga se convierte en pocas horas en un bastión inexpugnable, fuertemente artillado y

con una guarnición poderosa y entusiasta, lista para entrar en combate.
Por indicaciones de Fidel, el capitán Fernández traslada hacia aquí el centro de operaciones. Comienza el asalto final a Playa Girón.

ESCENA SOMBRÍA


En la noche del 18 en Washington, el asesor especial de Kennedy, Arthur Schlesinger Jr., ofrecía en su casa una comida al político

costarricense José Figueres. De dicho encuentro escribió:
" Aquella noche vino a cenar a mi casa José Figueres, con Adolph Berle y Thomas Mann.   Yo nunca lo había visto tan desalentado.

Temeroso que la invasión fracasara, estaba resentido por el hecho de que el gobierno de Estados Unidos no hubiese tenido la suficiente

confianza en él o en Rómulo Betancourt para informarles de ésta. "¿ Cómo podemos tener una alianza  ?  dijo casi con encono, si

nuestros mismos amigos no quieren creer que se nos pueden confiar secretos ?  Yo puedo estar en desacuerdo con una cosa, pero aun

así se puede confiar en que no diga nada sobre ella."    Fue una reunión malhumorada y ensombrecida por las precauciones y recelos."
Kennedy se percató de que las noticias del frente pronosticaban un desastre. Autorizó una exploración aérea.  De modo que a las tres

de la tarde aparecieron sobre la zona de combate dos Sabres, aviones de propulsión a chorro, con sus insignias borradas.  Sobrevolaron

el lugar y desaparecieron.
Al mediodía, llegó una solicitud urgente de la CIA pidiendo más cobertura aérea.  Según reveló Bobby Kennedy "su hermano estaba a

favor de proporcionarla, pero Dean Rusk se opuso vigorosamente.   Él manifestó que " habíamos hecho el compromiso de que no se

usarían fuerzas norteamericanas y el presidente no debía aparecer como un mentiroso ".
Mientras, en la Casa Blanca en horas de la noche se celebraba la tradicional recepción del presidente a los congresistas y sus esposas.

Al entrar JFK con Jacqueline, la banda de la Marina interpretó Mr. Wonderful.
Cerca de la medianoche, los asistentes notaron la ausencia del anfitrión, aunque la esposa se mantenía en la fiesta.
En esos momentos el presidente sostenía un concilio de emergencia con las principales figuras de su administración y de la CIA.
Le explicaron la difícil situación en que se encontraban los invasores y le hicieron diferentes proposiciones: enviar una división de

marines; o un destroyer, para bombardear las posiciones castristas; o situar una barrera de aviones Sabres en el límite de las tres millas

de la costa.    Kennedy se negó a todas.
Burke sugirió que los skyhawks del portaaviones Essex, ofrecieran cobertura aérea, con sus insignias alteradas.   El presidente accedió

y cuatro aviones se interpondrían, durante una hora, entre los B - 26 y los de las FAR,  pero no podrían disparar si no eran atacados.

Theodore Sorensen, máximo consejero político y considerado el alter ego de Kennedy, recuerda aquellos momentos:

" Cuando sucedió la catástrofe, el golpe resultó muy duro. La reunión del martes, pasada la medianoche, en la sala de juntas del gabinete

ministerial, fue una escena sombría y llena de recriminaciones y amargura.  El presidente, vistiendo todavía el frac que había llevado a

la recién terminada recepción anual al Congreso, quedaba más y más estupefacto ante cada nueva revelación de lo equivocado de sus

esperanzas y suposiciones, de sus planes.  Hacia las cuatro de la madrugada, y tras ordenar la infortunada operación de " apoyo aéreo

para el apoyo aéreo ",  y hablar con aire dolorido con sus ayudantes, una vez que los últimos funcionarios desaparecieron rumbo a sus

casas,  Kennedy salió a meditar en solitario por el jardín sur de la Casa Blanca. "

A NUEVE KILÓMETROS

Al puesto de mando llega el comandante Efigenio Ameijeiras, hoy General de División, quien conversa con el capitán Fernández sobre

la situación.
A las 3:15 p.m. se da la orden de avanzar sobre Girón.   A unos 23 kilómetros de Playa Larga, la aviación enemiga ataca la columna de

vehículos.
Un miliciano con una herida en el estómago y con quemaduras debido al ataque aéreo es conducido a Playa Larga para prestarle los

primeros auxilios.    A pesar de su estado delicado no cesa de repetir " Patria o Muerte ".    Es estremecedor.
La carretera queda obstaculizada con los vehículos destruidos. Cuando logran apartar los carros quemados, se continúa el avance sobre

el enemigo.
En horas de la noche se incorpora el Batallón de la Policía Nacional Revolucionaria que escribiría una de las páginas más brillantes en

el enfrentamiento a los invasores.   Al oscurecer, las tropas se encuentran a nueve kilómetros de Playa Girón.

Samuel Rodiles, hoy General de División, era entonces el segundo jefe del Batallón de la Policía. El 15 de abril,  el Comandante en Jefe

lo manda a buscar al punto uno, junto con Efigenio.   Les da instrucciones de garantizar el orden y neutralizar junto con la Seguridad a

los elementos contrarrevolucionarios, si se producía una invasión.

El General de División recuerda:

" El día 18, muy temprano, Fidel nos mandó a buscar nuevamente.  Le explicó a Efigenio que el Batallón de la Policía tenía que ir hacia

la zona de operaciones con la misión de impedir que los mercenarios, que estaban en Girón, fueran de refuerzo a Playa Larga y los que

estaban en Playa Larga no se pudieran retirar para Girón.
" Nos planteó que de esa manera el enemigo se sentiría dividido e inseguro porque al tener la fuerza revolucionaria en su retaguardia, eso

lo iba a desconcertar e impediría la cooperación entre ellos.
" Por instrucciones de Fidel se nos subordinó la compañía de bazucas de la guarnición del Instituto Nacional de la Reforma Agraria y la

compañía ligera de combate del batallón 116 de las Milicias.
"Efigenio nos dio la orden de dejar el armamento pesado y llevar subametralladoras y fusiles. Rápidamente se organizó el batallón y se

envió delante la compañía ligera de combate dividida en dos al mando de los capitanes Luis Artemio Carbo y José Sandino, respectivamente.

La de bazucas se nos incorporó en Jovellanos.
"Los recibe Efigenio, quien les informa que Playa Larga está ganada y que la misión ha cambiado. Rodiles debe hacer contacto con el

Capitán Fernández para recibir las instrucciones.
"Al llegar a Playa Larga, Fernández ordena avanzar rumbo a Girón. En primer lugar irán los tanques, detrás una unidad del Ejército Rebelde,

 seguida de nosotros.
"Pasamos la noche en Punta Perdices. Antes del amanecer, Efigenio me nombró Jefe del Batallón y me impartió instrucciones de que

avanzara. Quedó Marcelino Sánchez, como segundo jefe. Empezamos a movernos."
Aproximadamente a las 4:00 a.m. del día 19, se ordenó iniciar el fuego y comenzar el despliegue para el combate. En esta operación se

llegó casi a un kilómetro de Girón, donde había una fuerte oposición de defensa por parte de los invasores que contaban con cañones

sin retroceso, tanques, ametralladoras pesadas e infantería.
Las posiciones de la artillería se situaron a cuatro kilómetros de Girón: cuatro baterías de obuses 122, una de morteros 120 y una de

cañones 85.
Los resultados fueron efectivos, y después de que los invasores son neutralizados se ocupan numerosas armas pesadas. Algunos de los

capturados se interesaban en conocer el procedimiento que se había utilizado para ajustar el fuego de tal modo que éste les cayera encima

continuamente.
Alrededor de la 1:00 p.m. el volumen de metralla de los morteros mercenarios disminuyó ostensiblemente. Se comienza a preparar un

nuevo ataque con la intención de asaltar las posiciones.
A las 2:40 p.m., los tanques y las tropas de infantería avanzan. Logran contemplar en el horizonte que salen barcazas, y de la tierra hacia

los barcos se ve el movimiento de embarcaciones menores, lo cual hace presumir un nuevo desembarco.
Se imparte la orden de disparar con todas las armas disponibles contra las barcazas y botes. A su vez, la aviación hunde varias embarcaciones,

además de bombardear las posiciones que aún se encuentran en manos de los invasores en Girón. Más tarde se comprueba que no se trataba

de un desembarco sino de un reembarque.

PARECÍA  QUE  NUNCA  TERMINARÍA

Peter Wyden relata el combate de Girón en su libro Bay of Pigs (Bahía de Cochinos). Reconstruye lo que está pasando en las tropas, a un lado

y al otro de la línea de combate.
"El capitán Fernández estaba disgustado. Él había querido ocupar Girón a las 6:00 p.m. del martes, como Fidel ordenó. Ya era miércoles por

la tarde y estaba parado aproximadamente a dos millas y media de la victoria final sobre los invasores.
"De pronto un capitán de la tropa señaló dos buques de guerra en el mar. Los dos hombres corrieron hacia un montículo cubierto de hierba y

se pararon debajo de un árbol que estaba frente al lado izquierdo de la carretera.
Fernández escudriñó detenidamente con sus prismáticos Zeiss. Los barcos eran sin duda destructores. Nadie en la zona tenía destructores,

excepto la Marina de Estados Unidos. Estaban a menos de dos millas, definitivamente en aguas cubanas, y avanzaban rápidamente. Los

cañones estaban descubiertos. Pequeñas embarcaciones se movían entre la costa y los barcos. Algunas parecían que venían, otras que iban.

Fernández calculó que habría cuarenta, quizás cincuenta.
"Escribió una nota a la carrera para informar a la jefatura del central Australia que estaban desembarcando refuerzos para los invasores y pedir

otro batallón de infantería y otro de tanques. Buscando frenéticamente en sus bolsillos una pluma y un papel, perdió las llaves de su automóvil

en La Habana. Su nota la llevó un mensajero en motocicleta.
En ese momento, su tropa se había parado delante del agua y estaba señalando y hablando impacientemente sobre los barcos. Todos querían

disparar.
"Fernández pudo haberles dado sin ninguna duda. Él no tenía instrucciones sobre cómo manejar la situación con los barcos estadounidenses.

Anteriormente él había divisado aviones norteamericanos y había ordenado que les dispararan sin éxito, pero eso fue diferente. Los aviones

estaban "violando nuestro espacio aéreo y participando en la intervención".
Si él hubiera atacado los destructores que estaban a alguna distancia y ellos hubieran afirmado que solamente estaban patrullando en aguas

internacionales, habría tenido "consecuencias trascendentales".

"Fernández estaba muy consciente de que tenía que ser "un oficial responsable". Él no iba a dar a los comandantes de esos destructores la

excusa conveniente para iniciar represalias y escalar la guerra. Además, "no era lógico pensar que dos destructores atacarían por sí solos".

Se habrían presentado con apoyo aéreo.
"La presión alrededor de él aumentaba. Sus hombres se mantuvieron exigiendo disparar. Estaban resentidos por las bajas que habían sufrido.

Fernández tenía tres obuses de 85 milímetros y seis morteros. Les ordenó que se alinearan a su derecha, casi directamente en el agua. A su

izquierda alineó sus tres semiorugas soviéticas blindadas con sus cañones autopropulsados. Girón quedó olvidado por un momento. Ordenó

a sus cañones que dispararan individualmente, no solo a los pequeños botes; pensó que podían estar trayendo otra brigada.   Nadie iba a

disparar a los destructores.
"Fernández se mantuvo observando con sus prismáticos para asegurarse que no le dieran. En ese momento, llegaron aproximadamente veinte

cañones más de 85 milímetros. El oficial que venía al mando también pidió disparar a los destructores. Fernández ordenó a los cañones que

se incorporaran a su alineación y siguieran sus órdenes anteriores. Su nuevo frente ahora se extendía unas 150 yardas.
"La discusión sobre atacar los destructores no duró mucho. Entonces Fernández vio a los aviones de su Fuerza Aérea atacando también a las

pequeñas embarcaciones. Se puso contento. Era la primera vez durante toda la batalla que había visto aviones amigos.
"Los destructores se alejaron después de treinta minutos aproximadamente. Fernández calculó más tarde, no parecía así en ese momento:

Parecía que nunca terminaría.
"A su vez al comandante Crutchfield en el Eaton tampoco le parecía que la batalla había terminado. Reintegrado a su unidad por su fiel sombra,

el Murray, había estado haciendo un lento reconocimiento de la zona a lo largo de la costa. Washington todavía estaba pidiendo información

con insistencia. Él pudo ver algunos botes pequeños moviéndose entre el Eaton y la costa. De pronto pudo divisar los tanques que se acercaban a

la playa por la izquierda. Estaban a solo 2 000 yardas. Abrieron fuego.
"Un proyectil pasó sobre el puente de mando y cayó a cincuenta yardas aproximadamente, demasiado lejos para dañarlo. El otro cayó cincuenta

yardas antes. 
"El capitán Perkins, también sobre el puente, pensó que los habían puesto dentro de un paréntesis. Los artilleros del barco estaban preparados.

Pidieron permiso para replicar el fuego.
"Crutchfield se negó. Consideró seriamente replicar el fuego. Si los proyectiles hubieran caído "más cerca", habría respondido. Sin embargo,

la conveniencia de extrema cautela se había afirmado tanto en su mente que decidió debía esperar.
"Washington evidentemente no quería que los destructores ni el transbordador ni sus aviones se enfrascaran en acciones de guerra. Ahora era el

momento de mantener la calma. Sí, tenía órdenes de protegerse. ¿Pero fue éste un ataque serio? Consideraba que no, que los proyectiles eran

erráticos. Venían de los tanques, no de la artillería, lo cual habría sido mucho más serio. El fuego de la artillería de Fernández no le estaba dando

cerca y no amenazaban realmente ni al Eaton ni al Murray.
"Le dijo a Peter Perkins que se mantuviera en marcha. Seguido por el Murray, se moviera al este, alejándose de la playa y del fuego enemigo.

La próxima vez algunos proyectiles podían hacer blanco en el destructor y ellos habrían tenido que responder al fuego. Nadie deseaba comenzar

la III Guerra Mundial.
"Una discusión acalorada había surgido en el puente de mando del Essex. El almirante Clark, el capitán Fickenscher, el capitán Searcy y el personal

de la tripulación se sentían muy afectados por los mensajes del comandante Crutchfield a bordo del Eaton, que retransmitían las desesperadas súplicas

de Pepe San Román [jefe militar de la brigada] y recomendaban que los estadounidenses ayudaran en la evacuación. El alto mando del Essex también

tenía transcripciones de las conversaciones de Gray con la playa. La operación sin dudas estaba al borde del fracaso.
Los hombres que estaban en el puente de mando tenían el poder para cambiar la historia. El capitán Searcy estaba muy afligido. Decía que el honor

de ellos estaba en entredicho. Todos se sentían heridos.
"El pequeño almirante no pudo ser más comprensivo. Tres veces había preguntado a Washington: "¿Hay algún cambio en las reglas del combate?".

Tres veces le respondieron:   " No ".

FUERON   BARRIDOS


El día 19 en horas de la mañana un avión B - 26 procedente de Nicaragua es derribado por la artillería antiaérea al atacar las posiciones revolucionarias

que se encuentran cercanas a Girón.  La nave cae al mar.  Sus tripulantes mueren.  Posteriormente se conocería que eran de nacionalidad norteamericana.

Se llamaban Riley W., Shamburger Jr. y Wade Carroll Gray.
Otra nave ametralla y bombardea a las tropas que están en Playa Larga.  La agresión es respondida por el fuego de las antiaéreas que logra hacer impacto

en el fuselaje.  A lo lejos se ve, como a dos kilómetros del central Australia, que del avión se desprende un hilo de humo y segundos después se siente

una fuerte explosión. El avión va en picada. Se envía una patrulla integrada por 15 hombres a la búsqueda de los pilotos.   Al frente de ellos va el

comandante Oscar Fernández Mell.    Me uno al grupo.  Al llegar al campo de caña donde ha caído la nave, unos campesinos informan que dos hombres

saltaron del avión y se han dado a la fuga.
Inmediatamente se inicia la búsqueda. A cuatro o cinco kilómetros del lugar donde tocó tierra el aparato, en un naranjal, los fugitivos se separan. Uno va

hacia un cayo de caña y otro desaparece rumbo al sur.  Se desconoce la nacionalidad.  La orden es capturarlos vivos.  No es posible pues al verse rodeados

atacaron con sus armas lo que obligó a responder la agresión.  Después se supo que se llamaban Thomas Pete Ray y Leo Francis Baker, también de

nacionalidad norteamericana.  Al igual que los que habían sido derribados minutos antes en la zona de Girón, tenían experiencia militar y pertenecían al

Ala 17 de la Guardia Nacional, de Alabama, Arkansas y Virginia donde habían sido reclutados por la CIA.   El cuerpo de Francis Baker está prácticamente

destrozado resultado de una ráfaga de FAL. Recibe sepultura en el cementerio de Jagüey Grande.   El de Ray en mejores condiciones es trasladado a la

capital.  Durante 18 años el cadáver de Thomas Ray permaneció en un congelador en el Instituto de Medicina Legal de La Habana.  A través de los años

su madre, la viuda y dos hijos recibieron una pensión de un fondo creado por la CIA.  Ignoraban por completo su destino. Un cubano comisionado por la

CIA, les informó telefónicamente que estaba trabajando con hombres de negocios cubanos y perdió la vida en un accidente sufrido por un avión de carga.
En 1972 la CIA reconoció que Ray pertenecía a su plantilla y en 1979 su hija pudo recuperar sus restos después de haberse dirigido a las autoridades

cubanas en ese sentido.   Mientras tanto, un C-54 cargado con suministros para la brigada está listo a despegar en Nicaragua en un último esfuerzo por

evitar la derrota. La tripulación cubana rehusó volar. Son sustituidos por norteamericanos.   A su vez la responsabilidad de mantener la cabeza de playa

de los invasores es asignada a seis P-51 Mustang, de la Fuerza Aérea nicaragüense, a los que habían sido borradas las insignias. También se le sitúan

tanque extra de combustible, municiones y rockets.  La escuadrilla está dirigida por el norteamericano Back Pearson. El plan consiste en aterrizar en la

pista de Girón y reabastecerse con los depósitos ubicados allí. Cuando quitan los calzos de uno de los aviones, un jeep se acerca a toda velocidad.  

Se trata del coronel Frank, hombre de la CIA, solo atina a decirles: " Fueron barridos."

LA NOTICIA DE LA DERROTA

La noticia de la derrota llegó a la Casa Blanca poco antes del mediodía del día 19. Según Robert Kennedy, " durante las tres horas anteriores, el Presidente

se esforzaba por lograr la evacuación.  Cuando recibimos esta información, los hombres ya estaban en el agua.  Era muy tarde para enviar los destroyers

porque podían ser destruidos por el fuego de artillería. Él ordenó que rondaran las costas lo más cerca posible y trataran de recoger a algún sobreviviente".
Mientras ocurría la invasión, en las Bahamas Joe Rivera, hombre de Meyer Lansky, esperaba el aviso para regresar a la Isla y hacerse cargo de los casinos.
Lejos de la costa norte de Cuba, Georgie Bufalino y Sally Burns, junto al jefe de la mafia en Pennsylvania, Russell Bufalino y su asistente James Plumeri,

aguardaban en una embarcación del sindicato del crimen, con un hombre de la CIA a bordo, para desembarcar en La Habana.  El plan del gobierno

norteamericano consistía en que a las 72 horas de permanecer los invasores en suelo cubano se anunciaría el gobierno provisional y se solicitaría el

reconocimiento de la OEA y ayuda militar del exterior. El jefe militar de la brigada José Pérez San Román reveló en un libro publicado, varios años después

del suceso:   "Nuestra misión era asegurar una cabeza de playa donde inmediatamente serían conducidos los miembros del gobierno cubano en el exilio,

para convertirse en el gobierno cubano en armas, que buscaría inmediato reconocimiento internacional. Este reconocimiento con su consecuente apoyo

político-económico-militar había sido previamente preparado por el gobierno de Estados Unidos con varios países de Latinoamérica."
Semanas después del desastre, Allen Dulles, jefe de la CIA, compareció en el programa de televisión de la NBC Con la Prensa. Uno de los panelistas

preguntó: "Señor Dulles al lanzar la invasión usted obviamente esperaba un alzamiento popular en su apoyo, pero no fue así. ¿Cómo pudo usted equivocarse

de esa forma?".  "¿Un alzamiento popular?", respondió Dulles aparentemente sorprendido.  Dio una chupada a su pipa y expresó:  "Eso es una creencia

popular.  Pero no, no diría que esperábamos un alzamiento popular. Esperábamos que sucediera en Cuba algo distinto... algo que no se materializó. Lo

"distinto" era el asesinato de Fidel.  En 1988, el senador George Smathers reveló al historiador norteamericano Michael R. Beschloss que el plan de la CIA

consistía en que "Castro estaría muerto en los momentos que se produjera el desembarco".   A su vez, Kennedy en una reunión con un grupo de amigos se

lamentaba por su derrota.    El diplomático Clayton Fritchey,  le dijo: " Señor presidente, podría haber sido peor  ".
" ¿Cómo? ", preguntó Kennedy.      Y él respondió: " Si hubiésemos vencido. "

CAYÓ   GIRÖN

A las 3:50 p.m., y después de haber cambiado varias veces la posición y de situarse en forma amenazadora, las naves de guerra de Estados Unidos

ponen proa hacia alta mar y se alejan definitivamente de nuestras costas.
Se organizó un pequeño grupo de tanques, y dos compañías de infantería se encaminan hacia Girón, que prácticamente sin disparar un tiro cae en

nuestras manos. El enemigo había abandonado la posición.
Esto ocurría a las 5:30 p.m. del miércoles 19. Las fuerzas invasoras habían sido derrotadas. Por primera vez el gobierno norteamericano había recibido

una aplastante derrota. Después de penetrar las fuerzas revolucionarias en Girón, se comenzó el registro de todas las cabañas, edificaciones y locales

en busca de enemigos emboscados u ocultos. La operación se realiza a oscuras, debido a que la planta de electricidad había sido destruida. Se ponen

en libertad los empleados que habían estado prisioneros del enemigo.
Ya de noche comunican que en dirección de norte a sur, venía un tanque a toda velocidad encendiendo y apagando las luces. Aquello llama la atención.

Se ordena que traten de comunicarse con su conductor. Lo logran. Les espera una gran sorpresa: es el capitán Joel Pardo, quien informa que Fidel se

encuentra en Helechal y le ha dado la orden de que no parara hasta llegar a la playa y de ahí tirara con proyectiles y balas trazadoras como señal que

había llegado al objetivo. Por supuesto, cumplió su misión.
Ansiosos por comunicarle al Comandante en Jefe que el enemigo ya estaba derrotado, y lo único que restan son operaciones de cerco y captura de los

que huyen en desbandada, Fernández, Flavio Bravo y René Rodríguez, deciden dirigirse hacia San Blas.
Han avanzado un kilómetro cuando el intenso fuego de dos ametralladoras y de algunas armas menores los hace retroceder y dar la vuelta hacia el lugar

de origen. En el trayecto son heridos de gravedad Flavio Bravo y el comandante René Rodríguez. También Fernández recibió una lesión en un brazo y

en una pierna.   Como consecuencia de la invasión 176 revolucionarios pierden la vida y más de 300 resultan heridos.

Éste fue solo un sector de las operaciones. Por la carretera de Covadonga-Girón se encontraban tropas dirigidas por los comandantes Filiberto Olivera,

Pedro Miret, Félix Duque y el capitán Emilio Aragonés. Desde Yaguaramas-Girón avanzan fuerzas a las órdenes del comandante René de los Santos y

el capitán Víctor Dreke; por el camino paralelo a la costa marchan el comandante Raúl Menéndez Tomassevich y el capitán Orlando Pupo, entre otros,

que también desempeñan una labor importante en la derrota de los invasores.
Previendo lo que podría ocurrir, el Comandante en Jefe había situado a los comandantes Raúl Castro, Juan Almeida y Ernesto Guevara al frente de las

provincias orientales, centrales y Pinar del Río, respectivamente.
A su vez, las fuerzas del G-2 al mando del comandante Ramiro Valdés tienen la responsabilidad de detener a los elementos que puedan estar en

actividades contrarrevolucionarias y podrían ser empleados como quintacolumnistas por los invasores en lo que tuvieron la activa participación de los

Comités de Defensa de la Revolución.

FIDEL  EN  GIRÓN

El Jefe de la Revolución llega a Girón.  Viene en un tanque.   Como la artillería sigue cañoneando, manda a decirle a Miret que deje de tirar.
Fidel imparte órdenes y redacta el parte donde anuncia al mundo la victoria sobre la invasión mercenaria.
" Después se dirigió al muelle, desde donde se veían dos barcos a cierta distancia precisa.   Fidel empezó a encender y a apagar las luces de

una linterna.  Me quedé pensativo y me dije: " Usted verá..."
" Le pregunté por qué hacía eso y me contestó: " Para ver si se equivocan, creen que son los mercenarios, los vienen a rescatar y le caemos a cañonazos ".

Me sorprendí y medité: Con todo lo que ha pasado y este hombre quiere seguir buscando bronca."
El Ejército Rebelde y la Milicia liquidaron la invasión. Se capturaron 1 200 prisioneros. La historia de América Latina cambió en 66 horas.
La modesta Fuerza Aérea puso en fuga o derribó a los bombarderos enemigos, y hundió una importante parte de las embarcaciones que habían

traído a los invasores a territorio cubano.
El pueblo en pleno apoyó a la Revolución. No se registró señal alguna de levantamiento interno, como pronosticaron los analistas de la CIA.
Así, la anunciada invasión para " liberar " a Cuba terminó en un completo fracaso, con el resultado de que la administración Kennedy, que había

respaldado la descabellada empresa, quedó desacreditada ante el mundo.
Un número considerable de los invasores fueron liberados mediante una indemnización materializada en alimentos y medicinas.
La revista mexicana Siempre, escribió:  " El fusilamiento, en masa, de todos los que fueron hallados con las armas en la mano, hubiera sido legal y

nacionalmente irreprochable. Francia, Inglaterra, Estados Unidos, no hubiesen procedido en otra forma. El gobierno de Cuba, con un sentido de la

humanidad que ningún régimen político debería tener miedo en prodigar, perdonó la vida a los traidores."    Walter Lippmann, decano de los

columnistas norteamericanos, calificó la invasión como "un sorprendente y colosal error".
Joseph Barry, resumió la situación en el New York Post del 23 de abril: " Quienquiera que gane en Cuba, habremos perdido nosotros. La catástrofe

cubana se ha convertido en una tragedia norteamericana. En sus primeros 100 días la administración de Kennedy ha borrado prácticamente el balance

favorable que tenía en los libros del mundo."   El secretario de Defensa Robert Mc Namara afirmó: " No fue una debacle de la CIA, fue una debacle

del gobierno. "   El investigador Seymour Hersh descubrió que  " liquidar a Castro formaba parte de la invasión según me reveló Robert Maheu, enlace

de la CIA con la mafia. El asesinato de Castro debía tener lugar antes de la invasión, pero preferiblemente a la par de ésta ".
El vínculo entre la invasión y el asesinato de Fidel fue reconocido oficialmente por Richard Bissell en una entrevista que le concedió a Lucien S.

Vandenbroucke, funcionario del servicio diplomático norteamericano en 1984 para Diplomatic History, una publicación académica trimestral.
A los 80 días de estar en la presidencia John F. Kennedy se lanzó a una peligrosa aventura que lo llevó a la gran derrota política de su vida.

NO  SE  PUEDE  DEMERITAR  LA  VICTORIA

Esa propia noche del 19 se hicieron algunos prisioneros y se emplea casi todo el tiempo en organizar la defensa de Girón contra posibles nuevos

ataques.   Uno tras otro, aisladamente o en pequeños grupos, fueron capturados casi todos los invasores; muchos creen que van a ser fusilados de

inmediato y piden favores.   Otros no hacen más que llorar y repetir que los han embarcado.  En dos días se capturan unos 700 que se entregan,

agotados por el hambre, la sed y sin escapatoria posible.  Comentamos lo que ha repetido el Jefe de la Revolución muchas veces: " En el exilio,

los mercenarios de toda laya se unirán con la ayuda yanqui, con dinero yanqui y con armas yanquis para tratar de derrotar la Revolución ".
Aquí, son tratados correctamente por quienes los capturan. Ningún prisionero es maltratado, ningún herido es dejado de asistir, a ningún hambriento

o sediento se le niega el agua o el pan. En esto se es estrictamente respetuoso durante las operaciones, independientemente del carácter de las

acciones del enemigo.  No quiere decir que no afloren las pasiones. En los instantes que un número considerable de invasores es conducido hacia

los sitios habilitados en Girón, algunos miembros del Ejército Rebelde y milicianos no se pueden contener y les dirigen algunos insultos a los

detenidos.  La reacción de Fidel es inmediata. Indignado manda a reunir a los combatientes. Se sube en una caja y desde allí se escucha a toda voz:
"...Cojones, no los insulten; que no se puede demeritar la victoria."

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