SOS CABALLITO ante las inundaciones de los últimos meses.
SOS
CABALLITO se solidariza con las víctimas, recordando a los
fallecidos, acompañando a sus familiares y ofreciendo nuestra solidaridad para
con los que perdieron pertenencias de todo tipo. También nos parece necesario
saludar el esfuerzo de donantes y voluntarios que acudieron a
trabajar para aliviar el sufrimiento de tantos.
Como
organización dedicada a luchar por la calidad de vida, sin demasiados
conocimientos técnicos sobre los problemas hídricos, no queremos sumarnos al
coro de opinadores sabios que han surgido en los últimos días desde organismos
públicos, asociaciones profesionales y medios periodísticos, sobre cuyas
declaraciones quedamos asombrados por la repetición de argumentos conocidos,
pero más aún porque esos dichos, siempre tratan de dejar el problema en el
campo de otro, tratando de sacar una ventaja propia sobre semejante muestra de
dolor, ineficacia, imprudencia, avaricia e irresponsabilidad.
Como
simples vecinos, como observadores de la realidad de las ciudades que
habitamos, desde muchas agrupaciones como la nuestra se ha venido
advirtiendo sobre la necesidad de que se reconozca el exceso y falta de control
en los emprendimientos inmobiliarios de todo tipo, del hormigonado y asfaltado
de terrenos absorbentes, de la falta de ampliación de la
infraestructura de servicios y de desidia en el mantenimiento de la existente.
Hoy parece que muchos sabían de esto…
Una
sociedad de profesionales, que podría haber sido otra o un funcionario o un
noticiero, por eso evitaremos nombrarla, dice, entre otras cosas: El Área
Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) es una gigantesca urbanización construida
sin herramientas de planificación a su escala, cuyas obras de infraestructura
de saneamiento más importantes han sido heredadas de finales del siglo XIX y
mediados del siglo XX, y no han recibido aportes significativos en los últimos
años, salvo unos pocos trabajos como los realizados para ampliar el
entubamiento del arroyo Maldonado que tomó cuatro gestiones sucesivas del
Gobierno de la Ciudad.
Esta obsolescencia fue
acompañada por el crecimiento y la densificación urbana, con pérdida de
superficie absorbente, ascenso de las napas freáticas y rebalse de los
entubamientos, que se han demostrado insuficientes y transportan además aguas
con altos índices de polución, contaminando las costas y playas naturales del Río
de la Plata. ¡Lástima
que no hablaron antes!, ¡Lástima que siempre trataron de evadir los reclamos de
los vecinos!, ¡Lástima que sólo pensaron en el negocio inmobiliario,
escudándose en la protección del trabajo de sus socios! Hubiesen salvado
vidas…
Quizás
si esa asociación y muchos de sus miembros no hubiesen sido tan poco cuidadosos
al incorporarse sin escrúpulos al festival de la extensión y densificación de
la “mancha” urbana, a la impermeabilización de terreno natural, a la
obstrucción de las napas, al taponamiento de desagües con los deshechos de sus
obras, algo del desastre se hubiera evitado. Los profesionales de la
construcción y los mercaderes inmobiliarios son sospechosos, el menos, de
asesinato culposo.
Y
dice la misma entidad: Frente a un Estado por lo menos ausente, se
han loteado, pavimentado y construido territorios inundables de la cuenca, y
los más pobres han ocupado con viviendas precarias las orillas y cauces de los
arroyos que no han alcanzado todavía su saneamiento y mejoría.
Señores: ¿Quién solicita la
aprobación para los emprendimientos inmobiliarios?, ¿Alguna ley escrita en
piedra hace que cada cm2 de tierra, baldío o construido, sea
objeto del interés de la codicia del negocio inmobiliario?, ¿Es por mandato
divino que se construyen edificios enormes, grandes torres, arrasando con
patrimonio de las ciudades?, ¿Es bajo amenaza de muerte que se hacen loteos
para barrios parque o viviendas populares en zonas sin infraestructura?, ¿Quién
prepara el proyecto de una nueva urbanización, desde “popular” a la “selecta”,
que se devora el verde necesario?, ¿Quiénes preparan normas urbanas
a medida de esos emprendimientos?, ¿Quiénes no vacilan en evadir el
cumplimiento de esas mismas normas cuando necesitan ampliar el negocio?,
¿Quiénes han incluido en las casas de estudio universitarias y en las
asociaciones profesionales cursos sobre el negocio inmobiliario?, ¿Quién
construye su mole edilicia y hace su negocio olvidando hacer una
infraestructura básica para defender al barrio vecino de los inconvenientes que
creará su adefesio?
Y si el Estado estuviese
ausente, ¿Quién aprueba loteos y construcciones?, ¿Quién decide
hacer o dejar de hacer determinadas obras de infraestructura?, ¿Quién manda a
la venta para negocios inmobiliarios terrenos en Buenos Aires, determinando la
sola obligación de mantener un 32,5% de espacios verdes en esos lugares
únicos en la ciudad?, ¿Quién es sordo al reclamo de los vecinos hasta que una
obra sin escrúpulos derrumba un edificio y mata a inocentes? El Estado, en sus
varias vertientes, no está ausente. Marca presencia.
El agua mostró frente tanta
barbarie una situación evidente, avanzó sobre quienes invadieron su zona,
dejando secuelas dolorosas, mostrando su poder natural sin dejar lugar a dudas.
Tampoco nos olvidemos que también creó una brecha de nuevos negocios para la
industria de la construcción.
Por eso, después de un verano
lluvioso como pocos, el agua está en la mira de todos. ¿Cuánto durará ese
interés? ¿Cuándo habrá otro motivo para llenar tapas de diarios y editoriales
de radio y televisión que haga olvidar tanta sabiduría, tanto consejo experto,
tanto posicionamiento ecológico?
Parece que planificadores,
profesionales, emprendedores inmobiliarios y funcionarios “viven” en una
naturaleza “tranquila”, sin expresiones violentas. Y se abusan de su propia
creencia. Jamás piensan que algo grave puede pasar. La falta de prevención más
la desidia para cuidar lo que se supone un beneficio permanente y merecido, nos
expone a estas tragedias.
Si Cromañón fue insensatez y
codicia, si el tren que chocó en Once fue descuido y falta de mantenimiento,
las inundaciones en Buenos Aires, La Plata y Santa Fé son la suma de todo eso.
En tres días, en pocos instantes, murieron muchas personas, se perdieron varias
viviendas ¿Cuántas vidas se cobró el “progreso” basado en la
construcción descontrolada y sin planificación?
Queremos seguir llamando a la
sensatez, a la razonabilidad que esperamos que tenga, aunque un poco auto
censurada según parece, la dirigencia empresaria, profesional, política y financiera. Hay muchos otros temas
que los vecinos estamos denunciando desde hace años: no se puede ni se debe
seguir construyendo sin una planificación seria, no basada en el dinero. No nos
oponemos a la construcción ni al progreso, mucho menos a la ocupación de mano
de obra en tareas dignas. Pedimos que todo esto se haga de una manera que no
condene el futuro ni el presente.
Algunas cuestiones no tendrán
una consecuencia inmediata y tan visible como la inundación, pero serán
igualmente lamentables. Están, evidentemente, muy lejos de la consideración de
quienes manejan la industria de la construcción y su peor perfil, el negocio
inmobiliario a cualquier costa, algunos temas que deberían ser
prioritarios:
Ø edificios que
aseguren para sí y los vecinos el buen asoleamiento, la ventilación necesaria,
Ø la
sustentabilidad de la construcción que no necesite de equipos ni materiales
costosos,
Ø el cuidado de los
pocos espacios verdes que nos quedan en las ciudades,
Ø el respeto por el
patrimonio construido,
Ø el mantenimiento
programado de la infraestructura existente y su ampliación planificada
Ni hablar de las consecuencias
del calentamiento global y otras “tonterías de ideologizados”, como hemos escuchado.
Quisiéramos que el dolor cercano por las inundaciones sirviera para
abrir una esperanza para que podamos comenzar a pensar ciudades para vivir, no
ciudades objeto de negocios. Que esta expectativa nueva no vuelva a desaparecer
en manos de las relaciones político–comerciales del negociado de la
construcción, de los empresarios constructores e inmobiliarios cercanos al
Estado, de los financistas de planes a cambio de prebendas para conseguir
autorizaciones de obras perversas.
SOS Caballito
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