José Martí y Pérez, cubano que fue Cónsul argentino en Nueva York. Valiente patriota que cayó en combate en Mayo de 1895, frente al español colonialista que ocupaba su Cuba.
Con toda la luz de mayo
por Julio César Sánchez Guerra
El 19 de mayo de 1895 cayó en combate nuestro José Martí. No fue un suicidio ni un arrebato por alcanzar la gloria, era la decisión irrevocable de dar la vida por su país y por su deber como había dicho en carta inconclusa a su amigo mexicano Manuel Mercado.
Nada presagiaba la tragedia, todos los días estaba ante el peligro de enfrentar a la muerte como él mismo lo había anunciado en versos autobiográficos… en un carro de hojas verdes / a morir me han de llevar.**
Martí, se esfuerza por viabilizar una guerra con raíz democrática, sin caer en los errores de la Cámara de Representante que en la guerra del 68 obstaculizó las acciones militares.
No pocas contradicciones afloran en el encuentro en el ingenio La Mejorana el 5 de mayo de 1895: Maceo era partidario de una Junta de Generales, y Martí insiste en que el ejército sea libre de organizar la guerra pero que el país esté, con toda su dignidad representado.
El 17 de mayo escribe la última página en el Diario de Campaña, allí comenta que el río está crecido y el agua turbia, eran días de aguaceros constantes; la señal nos traslada a la carta que le escribe a Doña Leonor a los nueve años desde La Hanábana, donde le comenta que estaba muy crecido el río Sabanilla. Son coincidencias que nos murmuran hilos invisibles o símbolos.
El 18 escribe la conocida carta donde reitera que la razón de su lucha es para impedir que los Estados Unidos de Norteamérica caigan con esa fuerza sobre nuestras tierras de América.
Martí veía lo que otros no captaban: Los Estados Unidos eran una amenaza inminente para los pueblos desde el río Bravo hasta la Patagonia.
La independencia de Cuba, la lucha por Puerto Rico, la batalla contra la anexión, la unidad latinoamericana eran las armas para impedir el proyecto imperial. Tampoco Martí puede denunciar abiertamente los propósitos del gobierno yanqui porque crearía dificultades a la guerra por la independencia.
El día 19 de mayo, en horas de la mañana, está ansioso porque Gómez que ha salido del campamento, no ha regresado, por eso escribe… hasta que usted no regrese no estaré tranquilo… Y lo está diciendo el hombre que está a punto de morir.
Alrededor de las once de la mañana, llegan Gómez y Bartolomé Masó al campamento. Martí habla a la tropa, y a esa hora lanza a la manigua su palabra encendida y el compromiso de su lucha íntima: Por Cuba, sépase bien, estoy dispuesto a dejarme clavar en la cruz.
Unas horas después caía entre dos árboles del monte: un dagame seco y un fustete partido pero vivo. Dicen que Gómez le había ordenado regresar al campamento, lejos del combate.
Martí no podía cumplir esa orden; no solo porque desde el 15 de abril de 1895 había recibido el grado de Mayor General sino porque él había convocado a un pueblo a la pelea por la libertad. Su puesto no era la hamaca del campamento lejos del peligro, eso era vivir impuro, como escribió en versos a su hijo.
Su lugar ante la historia y su propio deber, era la carga de Dos Ríos donde lo alcanzó la muerte.
A 116 años de su caída en combate, nos conmueve siempre recordar que esta ciudad de Nueva Gerona vio pasar aquel joven indómito y tierno; como vio pasar a la generación del Centenario que un 15 de mayo de 1955 abrió las puertas de un presidio para dar vida a otros combates martianos.
Para acercarse al Apóstol de Cuba, es preciso comprender que su legado está vivo, ningún homenaje puede convertirse en dogma o frases frías, Martí es también aquello que Pablo de la Torriente Brau nos enseñó: El resumen de un pueblo hecho hombre. Por eso anda todavía, con su chaqueta azul y la adarga al brazo ante toda la luz de Mayo.
* Funcionario del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos
** Versos Sencillos, cuaderno autobiográfico. Publicado en 1891, en Nueva York