miércoles, 2 de febrero de 2011

TATU grupo argentino nacido en Cuba

                                        PROPUESTA   TATU   P.T.-3

                         Secretaria de Prensa.



 

 

BOLETIN INTERNO N° 15

DE  FORMACIÓN POLÍTICA.


 

Es verdaderamente importante, el momento histórico que esta viviendo Cuba, desde Propuesta Tatu reafirmamos nuestro apoyo irrestricto a la Revolución Cubana, por ello, es importante poder hacer el mejor y mayor análisis al respecto.

                


 

 


CUBA : CONTINUIDAD Y CAMBIO POLITICO

 


Cuba: cincuenta años después:


Carlos Alzugaray Treto
Profesor. Universidad de la Habana.

- Debe hacerse en cada momento lo que en cada momento es necesario.
José Martí

- Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe
ser cambiado.
Fidel Castro


Cuando Fidel Castro cedió transitoriamente el poder a Raúl Castro el 31 de
julio de 2006, Cuba inició un proceso de cambio político que se ha
convertido en una decisiva encrucijada. Casi diecinueve meses después, el 24
de febrero de 2008, la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder
Popular (ANPP) designó un nuevo gobierno, encabezado por el hasta entonces
Presidente interino.

Se ha abierto una etapa ignota en la historia cubana reciente, en la que
Fidel Castro ha dejado de ser el jefe del Estado y/o del gobierno por
primera vez desde febrero de 1959 -cuando asumió las funciones de Primer
ministro-, para convertirse en «el compañero Fidel». No puede negarse que en
el momento histórico

que viven los cubanos se abren perspectivas de cambios inevitables, con el
consiguiente efecto de incertidumbre que los acompaña.

La encrucijada: continuidad y cambio

El presente ensayo es un intento de meditar acerca de la continuidad y el
cambio político y su significado. No se pretende sentar cátedra ni indicar
caminos inevitables. Tampoco se aspira a proponer alternativas terminadas;
el tema, por sí mismo, obliga a consideraciones abiertas al diálogo, al
debate y a la deliberación. Como ha escrito Julio Carranza: «Existe una
responsabilidad de servicio público en el científico y en las instituciones
científicas, que consiste en la comunicación directa a la sociedad de
información y análisis especializados; no como propuesta política, sino como
interpretaciones fundamentadas que contribuyen a elevar la cultura y el
conocimiento general sobre diferentes temas».[1]

La hipótesis de partida es que ha comenzado un previsible proceso de
evolución hacia nuevas formas de dirigir la sociedad cubana. No se trata de
lo que la ciencia política al uso ha llamado «transición» y dado pie a toda
una escuela de «transitología»,2 aunque la necesidad de ajustes,
transformaciones y cambios dentro de la continuidad pudiera corresponderse
al sentido lato de dicha noción. Sin embargo, este concepto está en la
actualidad demasiado «cargado», y presupone un «cambio de régimen» y, sobre
todo, la entronización de sistemas políticos de lo que Atilio Borón ha
llamado «capitalismo democrático» en sociedades previamente gobernadas por
regímenes calificados de «autoritarios» o «totalitarios».3 Cuba no es de
este tipo, pues en su caso no coinciden ni el mismo punto de partida ni el
mismo de llegada de las «transiciones» más estudiadas.

De lo que se trata es de que, por razones evidentes, Fidel Castro ha
dirigido a Cuba de una forma irrepetible. Algunos sectores del liderazgo han
insistido, en más de una ocasión, que su ausencia no va a cambiar nada,
llegando incluso, en 2002, a incorporar a la Constitución, a tono con ese
razonamiento, la idea de la irrevocabilidad del socialismo. Esta es una
reacción explicable por la necesidad de enfatizar la continuidad del
proyecto como contrapartida a los intentos de revertirlo desde afuera por
parte, sobre todo, de los Estados Unidos. Lamentablemente, también puede
usarse para legitimar el inmovilismo y oponerse a toda reforma. No obstante,
como ha argumentado recientemente Atilio Borón,

"El absurdo de anatemizar cualquier reforma como una herejía o una traición
al socialismo -entendido este como un dogma inalterable no solo en el plano
de los principios, lo que está bien, sino también en el de los proyectos
históricos, lo que está mal- salta a la vista, porque significaría la
consagración de un suicida inmovilismo, la negación de la capacidad de
autocorrección de los errores y una renuncia al aprendizaje colectivo,
condiciones estas imprescindibles para el permanente perfeccionamiento del
socialismo." [4]

A partir de esta prevención, resulta obvio que habrá que introducir cambios
en la forma de hacer política, en la manera de gobernar, aun cuando estos
cambios obedezcan a una dinámica interna y no a las demandas procedentes del
exterior. Como bien ha dicho Raúl Castro, «jamás adoptaremos una decisión,
¡ni la más mínima!, como resultado de la presión o el chantaje, venga de
donde venga, de un poderoso país o de un continente entero».[5]

Estos cambios se están produciendo en medio de la continuidad y de la forma
que siempre se ha hecho en Cuba, rompiendo esquemas, lo que abre
interrogantes acerca de cuál será el probable devenir de la nación cubana en
las novísimas circunstancias. Sobre todo fuera de la Isla, se hacen
numerosas elucubraciones y conjeturas partiendo de procesos ya conocidos,
históricamente cercanos, en apariencia similares. Incluso en la izquierda
surgen todo tipo de conjeturas. Pero los cubanos, de nuevo, darán soluciones
propias a los desafíos existentes.


Fidel Castro, la Revolución y su lugar histórico

La Revolución cubana, generadora del régimen político que actualmente
preside los destinos del país, ha sido un proceso a la vez necesario y
original. Su necesidad, en términos históricos, nace de lo que puede
definirse como las cuatro grandes aspiraciones nacionales frustradas desde
el siglo xix: soberanía nacional, justicia social, desarrollo económico
sustentable y gobierno democrático propio. El triunfo de la Revolución en
1959 fue el resultado de circunstancias específicas internas y no de
imposiciones foráneas, como sucedió con el socialismo en Europa oriental,
con excepción de la URSS.

El sobresaliente éxito político de Fidel Castro, en sus cuarenta y siete
años de gobierno, ha sido precisamente su capacidad de conducir a la nación
cubana hacia la consecución de estas cuatro aspiraciones históricas, a pesar
de insuficiencias y retrocesos. No todas estas demandas se han alcanzado en
la forma y magnitud necesarias, pero la situación de Cuba hoy representa un
cambio radical a la existente en 1958, transformación producida en la
dirección aspirada por el pueblo y sus vanguardias políticas, a pesar de los
obstáculos puestos en su camino, especialmente la permanente hostilidad de
los Estados Unidos, un poderoso vecino.

Para ilustrar este punto, vale citar in extenso al profesor Jorge i.
Domínguez, de la Universidad de Harvard, difícilmente calificable de
partidario del socialismo o del modelo imperante en Cuba:

"Honrar honra: frase noble de José Martí que ingresó al vocabulario cultural
cubano hace más de un siglo. Honremos, pues, a Fidel Castro mientras
observamos el sol poniente de su vida, no solo quienes lo apoyaron, sino
también quienes, como yo, no lo hicimos. Él fue el transformador de un
pueblo en una nación; quien modernizó decisivamente esa sociedad; quien
mejor entendió que los cubanos querían «ser gente», no solo apéndices de los
Estados Unidos. Fue él quien comprendió que ese pueblo hipocondríaco
requería más médicos y enfermeros por centímetro cuadrado que cualquier otro
en la faz de la tierra. Fue él el arquitecto de una política de inversión en
capital humano, que convierte a los niños cubanos en los campeones olímpicos
de la educación latinoamericana y que, por tanto, permite vislumbrar un
mejor futuro para Cuba. Fue el diseñador de una política que permite a los
cubanos de todas las características raciales tener acceso a la salud
pública, a la educación, a la dignidad que le corresponde a todo ser humano,
al derecho a pensar que yo, mis hijos y mis nietos, cualquiera que sea el
color de la tez, merecemos el respeto y las mismas oportunidades que los
demás. No fue él quien inventó que las mujeres tenían derechos igualitarios
en la sociedad, pero sí un promotor de la igualdad de género en el desempeño
ciudadano."

Fue el responsable de un gesto que la humanidad agradece: poner en riesgo la
sangre de sus soldados por la causa noble de contribuir poderosamente a
impedir que el régimen racista del apartheid sudafricano se expandiera sobre
Angola. Fue él, igualmente, quien se merece el reconocimiento por contribuir
al fin del apartheid en Sudáfrica, a la independencia de Namibia y a
defender la independencia de Angola. El día que Fidel muera, las banderas de
esos países africanos deberán reflejar duelo nacional." [6]

"Son altamente improbables, si no inverosímiles, las posibilidades de que
tanto el pueblo como el liderazgo cubano renuncien, voluntaria y
conscientemente, a los logros de estos cincuenta años. No obstante, los
sucesores de Fidel Castro en la dirección de la nación enfrentan serios
desafíos para lograr la reproducción del sistema sin su presencia esencial.
La reversibilidad del proceso revolucionario cubano como resultado de
errores internos y no de la presión externa fue dramáticamente expuesta por
el propio Fidel Castro en la Universidad de La Habana, el 17 de noviembre de
2005." [7]

Entre las fortalezas del régimen político cubano en su actual estructura
está, en primer lugar, su grado de legitimidad interna y externa. La externa
viene dada por el conocido activismo internacional cubano y una amplia red
de relaciones exteriores que le ha permitido al país encabezar dos veces el
Movimiento de Países No Alineados y tejer una cadena de éxitos en la
Asamblea General de Naciones Unidas alrededor de una resolución que condena
y reclama el fin del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba. Haber
neutralizado la política de aislamiento internacional y diplomático de Cuba
ha sido uno de los triunfos más importantes de la diplomacia cubana.

La interna, además del reconocimiento mayoritario acerca de lo que se ha
dado en llamar «las conquistas de la Revolución», está dada por un entramado
institucional que se sustenta en dos puntales básicos: el Partido Comunista
de Cuba (PCC) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Resulta un error
muy común fuera de Cuba suponer que el PCC está calcado de experiencias
similares en los antiguos países socialistas europeos. A pesar de que la
dirección del Partido ha cometido errores reconocidos y/o rectificados y de
que persisten todavía métodos y estilos de trabajo que tienen la impronta de
sus orígenes en el modelo político soviético -como el exceso de centralismo,
por ejemplo-, en realidad el liderazgo cubano se ha preocupado por dos
aspectos centrales: el carácter de vanguardia de sus militantes que deben
ser los primeros en cualquier iniciativa político social, y la lucha contra
fenómenos de corrupción en sus filas. La honestidad, la sencillez y el
sacrificio propugnados por el pensamiento del Che Guevara han sido, por lo
general, paradigmas de comportamiento del comunista cubano y no los
privilegios y prebendas de una nomenclatura, como sucedió en el socialismo
realmente existente.

Los liderazgos provinciales y municipales del Partido constituyen el más
importante eslabón de gobierno en los niveles local y provincial, en
estrecha coordinación con los órganos del Poder Popular (Asambleas
provinciales y municipales). Aunque, en general, este sistema funciona
satisfactoriamente, la contradicción en las provincias y municipios está
mucho más presente que en el nivel central, donde el papel hegemónico del
PCC se ejerce sin que medie una diferencia entre lo político y lo
administrativo. En esos niveles a ningún ciudadano le cabe duda de que el
Primer secretario del correspondiente Comité del Partido es la máxima figura
administrativa del territorio; incluso ejerce formalmente la presidencia del
Consejo de Defensa, máximo órgano de gobierno en caso de desastres naturales
o de guerra. A nivel del país, sin embargo, debido a la coincidencia entre
los cargos de Presidente/ Vicepresidente con la de Primero/Segundo
Secretario del Partido, resulta mucho más claro.

No obstante, y este es un desafío significativo, todavía se está lejos de
alcanzar una cultura realmente democrática. Como ha señalado Aurelio Alonso:

"La propuesta leninista de «centralismo democrático», como fórmula de poder
proletario, ha terminado por consagrar la vertiente centralista para
decidir, y la democrática para apoyar, cuando su mérito consistiría en que
toda acción centralizada esté sujeta a lo que democráticamente se decida."
[8]

En demasiados dirigentes parece predominar la idea de que el único objetivo
de un debate es convencer a los ciudadanos, sea cual sea su posición, de que
el curso de acción trazado por las instancias superiores, en un determinado
momento, es el verdaderamente revolucionario y que toda crítica o disidencia
surge de la confusión ideológica o, peor, de actitudes anti­revolucionarias.
«Los intentos temerarios de análisis al margen del discurso oficial son
estigmatizados como inmaduros, ingenuos, incautos o simplemente
provocadores».[9] Según el discurso político de muchos cuadros de dirección,
en la mayoría de las ocasiones los que se atreven a hacerlo «no están
suficientemente informados», pero esa información tampoco está disponible
porque «divulgarla puede ser de utilidad para el enemigo». También a veces
prevalece el paternalista reproche de que aquel o aquella que discrepa o
disiente, cae en errores de «ingenuidad».

Por otra parte, en Cuba ha estado ausente una real cultura del debate, del
diálogo y la deliberación y ello es particularmente sensible para las
jóvenes generaciones, más educadas y cultas. Así lo ha señalado Jesús
Arencibia Lorenzo en un artículo aparecido en Alma Mater, órgano de la
Federación Estudiantil Universitaria (FEU), al referirse a «siete ladrillos»
que entorpecen el camino hacia una deliberación realmente productiva, en
función del proyecto nacional: el miedo al riesgo, el síndrome de plaza
sitiada, el monopolio de la información, las ambigüedades babélicas, el
puritanismo a ultranza, la planificación total y el lenguaje de las tareas.
[10]

Finalmente, la necesidad de defender las conquistas de la Revolución de la
creciente agresividad del imperialismo y las prácticas de estatalización de
la propiedad y centralización del proceso de toma de decisiones llevadas a
cabo a lo largo de estos años condujeron a lo que Mayra Espina ha llamado la
«hiperestatalización» de la sociedad.

"Todo ello se expresa en hiperestatalización de las relaciones sociales,
centralización y verticalismo, paternalismo-autoritarismo, homogenismo
distributivo con insuficiente sensibilidad para atender la diversidad de
necesidades e intereses heterogéneos (de grupos, territorios, localidades,
etc.) y suponen procesos de enajenación por déficit de participación real en
la toma de decisiones."[11]

A menudo se percibe una malformación de la relación entre los ciudadanos en
general y aquellos funcionarios, igualmente ciudadanos, que ocupan alguna
responsabilidad en el aparato del Estado. Estos burócratas se comportan más
bien como jefes dando orientaciones sobre lo que se puede o no hacer, y
disfrutando de esas prerrogativas, que como personas al servicio del pueblo
y subordinadas a este. Ya en 1963 Raúl Roa definió el burocratismo como «una
de las peores rémoras del socialismo».[12]

Necesidad del cambio económico y político

En ausencia del poder de convocatoria y de construir consensos de Fidel
Castro, crecerá la necesidad de una mentalidad de respeto por el diálogo, el
debate y la deliberación, que implique el fortalecimiento de una verdadera y
real participación colectiva y deliberativa.

Resulta imposible en este ensayo debatir el tema de los modelos democráticos
alternativos. A la tradicional noción de «democracia representativa» típica
del capitalismo y de sus instituciones políticas, asociada estrechamente a
la idea de «democracia procesal», la mayor parte de la izquierda ha
contrapuesto el concepto o noción de «democracia participativa». Añadirle a
esta la idea de la deliberación sirve para precisar, todavía más, la norma
de que los ciudadanos no solo deben participar en la toma o ejecución de las
decisiones políticas, sino contribuir a su elaboración mediante un diálogo
racional e informado de las posibles opciones.

El concepto de democracia deliberativa ha sido propuesto en la ciencia
política contemporánea como una vía de solución al déficit que existe en
sociedades capitalistas desarrolladas. Los promotores de esta idea han
subrayado que significa, en esencia,

"la necesidad de justificar las decisiones tomadas por los ciudadanos y sus
representantes. Se espera que ambos justifiquen las leyes que se impondrían.
En una democracia los dirigentes deberían por tanto explicar las razones de
sus decisiones, y responder a las razones que los ciudadanos expongan como
réplica. Pero no todas las cuestiones requieren de la deliberación todo el
tiempo. La democracia deliberativa abre espacio para otras formas de toma de
decisiones (incluyendo negociaciones y acuerdos entre grupos, y operaciones
secretas ordenadas por ejecutivos), siempre y cuando estas formas, en sí
mismas, estén justificadas en algún momento por un proceso deliberativo. Su
característica primera y más importante, por tanto, es el requisito de que
se den razones."[13]

Respecto al otro pilar institucional del sistema, las FAR, junto con su
importante institución hermana, el Ministerio del Interior -integrado en sus
orígenes al Ejército Rebelde, antecesor de las FAR-, constituyen la más
eficaz y prestigiosa de las instituciones creadas por el liderazgo histórico
del país. Su origen popular, su constante vínculo con los problemas de la
población, su histórica contribución a la defensa del país y a la liberación
de otros pueblos, y su pragmatismo económico, demostrado por la introducción
del «perfeccionamiento empresarial» en sus industrias, hacen que goce de una
confianza significativa en amplios sectores de la sociedad. La alta
oficialidad de los servicios armados acumula una tradición de heroicidad,
pragmatismo, solvencia y profesionalismo poco usuales en América Latina y el
Caribe, y en el mundo.

La cohesión de estas dos instituciones (Partido y Fuerzas Armadas), que es
necesario alimentar constantemente, estará mediada por las tendencias
prevalecientes en otros significativos liderazgos en la sociedad cubana. Por
un lado, está el notorio sector empresarial, en parte salido de los altos
oficiales de las FAR, pero también de una joven generación de economistas y
administradores. Es presumible que en este sector haya voluntad de mantener
el consenso, pero en ella se observan demandas por una flexibilización de la
política económica, que también está presente entre los altos militares,
aunque por distintas razones. Entre aquellos, por un problema de eficacia
administrativa; entre estos, además, por la necesidad de mantener la
estabilidad social. No se trata de establecer una economía de mercado, sino
de adoptar iniciativas que les den más autonomía a las administraciones,
como se enuncia en el perfeccionamiento empresarial iniciado en el sector
industrial militar, cuyo fin último es estimular la producción y desarrollar
las fuerzas productivas. También tiene que ver con la apertura de espacios
mayores a la iniciativa individual ya abiertos durante las reformas que
sacaron al país del período especial a mediados de la década de los 90.
Estas demandas han sido expuestas en varios análisis recientes de
economistas cubanos.[14]

Cuba se encuentra en una encrucijada en la cual habrá que introducir cambios
dentro de la continuidad. Esos cambios ya han comenzado y se han reflejado
en medidas y pronunciamientos del nuevo gobierno encabezado por Raúl Castro.
Ello significará, inevitablemente, una transformación de la sociedad cubana,
tanto en lo económico como en lo político.

Tradicionalmente, la juventud, sobre todo la estudiantil, ha tenido un rol
protagónico en la política cubana. Casi todos los altos dirigentes del país,
han pasado por sus filas y han tenido su primera escuela de participación
pública en la Federación Estudiantil Universitaria.15 Esta organización y la
Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) han constituido, en los últimos años, dos
de los puntales de los principales programas sociales promovidos por Fidel
Castro. Su papel en el período de transformación en curso, a pesar de las
crecientes demandas de un protagonismo mayor, tendrá que tener en cuenta la
política que los otros liderazgos articularán. Las dificultades de este
proceso no son ignoradas por los distintos sujetos sociales, como apuntó
Carlos Lage Codorníu, ex presidente de la FEU, en un simposio publicado por
la revista Temas: «No se trata de incomunicación, pero sí hay muchas ideas
nuevas que todavía necesitan poder expresarse».[16]

Las organizaciones que responden a la clase obrera y el campesinado tenderán
a buscar nuevas posiciones en la estructura. Es previsible que bajo Raúl
Castro se les dé un mayor protagonismo, precisamente por la necesidad de
articular un nuevo consenso nacional. Tal es el caso del recién comenzado
proceso de otorgamiento de tierras en usufructo con vistas a aumentar la
producción alimentaria, en el cual la Asociación Nacional de Agricultores
Pequeños (ANAP) ha venido desempeñando un relevante papel. Por otra parte,
una demostración de la creciente presencia de la Central de Trabajadores de
Cuba (CTC) fue la deliberación nacional sobre la nueva Ley de Seguridad
Social que se extendió a todo lo largo de 2008 antes de ser aprobada por la
Asamblea Nacional.17 Aunque no cabe duda de que este proceso dio oportunidad
a un amplio debate, la manera unánime en que el Parlamento la adoptó no fue
un reflejo real de las divergentes opiniones existentes.

Finalmente, la intelectualidad cubana, recientemente conmovida por el
recuerdo del «quinquenio gris», en la primera mitad de la década de los
70 -etapa en que se copió la política cultural de la URSS-, buscará mayores
niveles de autonomía y libertad, al tiempo que defenderá su compromiso con
los objetivos centrales de la sociedad cubana. Ello se puso de manifiesto en
el último congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), que
fue una propuesta significativa de democracia deliberativa y de apertura de
espacios de diálogo y debate públicos.

Los desafíos económicos

El desafío interno más importante que enfrentará el liderazgo encabezado por
Raúl Castro será el de resolver la creciente demanda de que el salario y los
ingresos legales de todos los cubanos tengan el valor necesario para
resolver sus necesidades cotidianas; exigencia que muchas veces se expresa a
través de la crítica al sistema de doble moneda. Desde 1989, se han quebrado
dos equilibrios significativos promovidos por el gobierno. Uno, entre los
ingresos de la población y los precios de las mercancías de primera
necesidad, en unos casos racionadas por la «libreta de abastecimientos», y
en otros subsidiados por el presupuesto del Estado. El otro equilibrio
desarticulado desde el Período especial fue el que había entre los distintos
sectores de la población. Aunque Cuba abandonó sus políticas igualitaristas
a fines de la década de los años 70 y principios de los 80, persistió una
saludable tendencia a no permitir desigualdades excesivas. Debido a las
reformas introducidas a partir de 1993-1994, se produjeron inequidades que
se hacen más irritantes debido al cisma entre salario y poder adquisitivo, y
al negativo fenómeno de que muchas de esas desigualdades son resultado de
prácticas ilegales y corruptas.

La mayor parte de los cubanos aspira a mantener los actuales niveles de
seguridad social, pero quisiera ver que se aplicara la fórmula de Marx: «de
cada cual según su capacidad y a cada cual según su trabajo». Este precepto
no se cumple hoy. Aunque resulta muy difícil diagnosticar con exactitud cuál
es el consenso nacional sobre el tema, podría afirmarse que manteniendo una
economía esencialmente socialista, los habitantes de la Isla quisieran ver
mayores posibilidades de prosperidad incluso pasando más sectores a la
iniciativa individual y ampliando los existentes. Ello, por cierto, no es
nada nuevo. Ya en 1973, en su discurso con motivo del XX Aniversario del 26
de julio, Fidel Castro, después de señalar la necesidad de «rectificar
valientemente» los «errores de idealismos que hayamos cometido en el manejo
de la economía», recalcó que el comunismo «solo puede ser fruto de la
educación comunista de las nuevas generaciones y del desarrollo de las
fuerzas productivas», para insistir rotundamente:

"Estamos en la fase socialista de la Revolución en que, por imperativo de
las realidades materiales y del nivel de cultura y conciencia de una
sociedad recién emergida de la sociedad capitalista, la forma de
distribución que le corresponde es la planteada por Marx en Crítica del
programa de Gotha: ¡de cada cual según su capacidad, a cada cual según su
trabajo!." [18]

En su discurso por el 26 de julio, en 2008, el presidente Raúl Castro
calificó esta intervención leída por Fidel de «medular», y afirmó: «Ese
discurso, además de un sólido análisis del pasado y el presente de entonces,
constituye una certera y precisa valoración de las duras realidades que
deparaba el futuro y las vías de enfrentarlas».[19]

La situación ha llevado a muchos cubanos a complementar sus ingresos en el
llamado «sector informal», con actividades de distintos grados de
ilegalidad, muchas veces determinadas, vale decirlo, por prohibiciones
irracionales y decisiones burocráticas. El liderazgo cubano ha comprendido
acertadamente que este fenómeno es el más perjudicial para la
sustentabilidad del proyecto, como reconoció el propio Fidel Castro en el
citado discurso en la Universidad. Sin embargo, a pesar de algunos aumentos
salariales y otras medidas, existe la impresión de que las respuestas
gubernamentales son insuficientes.

Esta debilidad se agudiza con varios factores recientes. Entre 2006 y 2008
se anunciaron tasas de crecimiento del PIB que superaban el 10%, lo que creó
expectativas mayores, aún sin satisfacer, acerca de la prosperidad personal
de cada ciudadano.20 Los principales aliados estratégicos de Cuba en esta
etapa -China, Venezuela y Viet Nam- siguen, por vías y en condiciones
distintas, políticas económicas que dejan más margen a la iniciativa
individual para lograr el bienestar personal. Los desastres naturales y la
crisis económica mundial de finales de 2008 han agudizado la insatisfacción
general.

En resumen, para entender la necesidad de enfrentar exitosamente la
corrupción y las ilegalidades, y en general para preservar la Revolución,
conviene recordar una de esas frases premonitorias de José Martí: «Ser bueno
es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre.
Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser
bueno» [21]

Lo acaecido en los años que median desde la enfermedad y convalecencia de
Fidel Castro demuestra que se están produciendo cambios importantes en la
forma de hacer política y en la búsqueda de soluciones a los desafíos
apuntados. No se trata solamente de que Raúl Castro prefiera enfatizar el
liderazgo colectivo, y evite el alto nivel de protagonismo público y
discursivo de Fidel Castro, sino que ha venido definiendo e impulsando una
serie de políticas que van al corazón mismo de los problemas que enfrenta el
país.

La forma en que la transferencia de poderes se produjo, en la que Raúl
Castro ha marcado su propio estilo y prioridades, indican que entre Fidel
Castro y él existe una total identidad dentro de la diversidad. Se puede
conjeturar que hay un reconocimiento y aceptación mutua de sus respectivos
roles. Mientras que el primero fue el visionario que fundó y trazó las
líneas generales de desarrollo de una Cuba independiente y soberana, el
segundo ha sido el guardián que ha cumplido fielmente su papel de «protector
de la retaguardia», como él mismo ha dicho. Al propio tiempo, al saber
retirarse y dejar que su sucesor tome las medidas necesarias según su propio
talante, estilo y orientaciones, Fidel Castro ha garantizado dos cosas: la
continuidad del proyecto en las nuevas condiciones, y el éxito de su sucesor
en ser lo que tiene que ser, la figura que facilitará la transformación de
la forma de hacer política y gobernar en Cuba.

La celebración de una conferencia del Partido en el futuro próximo, vista la
imposibilidad de efectuar el VI Congreso, debe encaminarse a la definición y
consolidación de algunos de los cambios económicos y políticos que
garantizarán el proceso de transición dentro de la continuidad, hacia formas
más acabadas y exitosas de estructuración de la sociedad, delineadas en los
principales pronunciamientos de Raúl Castro desde que asumió la máxima
investidura gubernamental; pero sujetas al propio proceso de deliberación
que se ha convocado. El propio Presidente ha afirmado que es necesario
«meditar colectivamente acerca de las experiencias de estos años de
Revolución en el poder» y «conformar, con proyección de futuro, la política
del Partido en los diferentes ámbitos de nuestra sociedad».[22]

En estos discursos e intervenciones realizados por Raúl Castro emerge con
suma nitidez la prioridad dada al principal desafío económico, que a la vez
se torna en político: la mejora del nivel de vida de la población mediante
el incremento de la producción y los servicios.

Durante 2008, después de ser electo Presidente de los Consejos de Estado y
de Ministros, reafirmó los siguientes conceptos en dos pronunciamientos
clave, el discurso de toma de posesión, el 24 de febrero, y el pronunciado
durante la I Sesión de la VII Legislatura, el 11 de julio:

"Reitero que el país tendrá como prioridad satisfacer las necesidades
básicas de la población, tanto materiales como espirituales, partiendo del
fortalecimiento sostenido de la economía nacional y de su base productiva,
sin lo cual, repito una vez más, sería imposible el desarrollo. [...]
Constituye hoy un objetivo estratégico avanzar de manera coherente, sólida y
bien pensada, hasta lograr que el salario recupere su papel y el nivel de
vida de cada cual esté en relación directa con los ingresos que recibe
legalmente, es decir, con la importancia y cantidad del trabajo que aporte a
la sociedad." [23]

"Que el trabajador se sienta dueño de los medios de producción, no depende
solo de explicaciones teóricas -en eso llevamos como cuarenta y ocho años-
ni de que su opinión se tenga en cuenta en la actividad laboral. Es muy
importante que sus ingresos se correspondan con el aporte personal y el
cumplimiento por el centro de trabajo del objeto social para el que se
constituyó, es decir, alcanzar la producción o la oferta de servicios que
tiene establecido. [...] Socialismo significa justicia social e igualdad,
pero igualdad de derechos, de oportunidades, no de ingresos. Igualdad no es
igualitarismo. Este, en última instancia, es también una forma de
explotación: la del buen trabajador por el que no lo es, o peor aún por el
vago." [24]

La consecución de estos objetivos cardinales implica desafíos en el centro
de los cuales se encuentran debates de capital importancia para el futuro
del modelo socialista cubano. El 28 de diciembre de 2007, al referirse al
necesario aumento de la producción agropecuaria, el Presidente enfatizó:

"Se ha avanzado en los estudios y continuará actuándose con toda la rapidez
que permitan las circunstancias,para que la tierra y los recursos estén en
manos de quienes sean capaces de producir con eficiencia, se sientan
apoyados, reconocidos socialmente y reciban la retribución material que
merecen" [25]

Anteriormente, en su primer gran discurso de 2007 -el 26 de julio, en
Camagüey-, al hacer alusión al imprescindible incremento de los resultados
económicos en la agricultura, afirmó: «Para lograr este objetivo habrá que
introducir los cambios estructurales y de conceptos que resulten
necesarios.» El tema central de esas palabras fue el de «trabajar con
sentido crítico y creador, sin anquilosamiento ni esquematismos», para lo
cual resultaba necesario «cuestionarnos cuanta cosa hacemos, en busca de
realizarla cada vez mejor, de transformar concepciones y métodos que fueron
los apropiados en su momento, pero han sido ya superados por la propia
vida».26 Estas ideas se han materializado, en primer lugar, en el sector
agropecuario; pero se ha abierto la esperanza de que se apliquen a otros
sectores productivos y de servicios.

Finalmente, quiérase o no, tienen la implicación de plantearse qué
relevancia tiene para el futuro del proceso cubano el modelo de desarrollo
adoptado por la dirección del Partido Comunista Chino, teniendo en cuenta
las críticas que se le hacen desde la izquierda, pero también los evidentes
resultados en materia de desarrollo económico y mejora generalizada del
nivel de vida de ese pueblo. El 17 de noviembre de 2008, el periódico Granma
publicó un artículo bajo el título «China sigue demostrando la validez del
socialismo», en el que se recalcaron los éxitos económicos de ese país y se
citaron palabras de Fidel Castro: «China se ha convertido objetivamente en
la más prometedora esperanza y el mejor ejemplo para todos los países del
Tercer mundo». [27]

Sin duda, en materia de territorio, población, envergadura económico-social,
tradiciones históricas e identidad cultural, las diferencias entre Cuba y
China son tan grandes como para imposibilitar la copia mimética del modelo
de desarrollo del gigante asiático. No obstante, para lograr las metas
propuestas, varios aspectos del proceso de reformas implantado en China
tienen vigencia para Cuba. En primer lugar, la priorización del desarrollo
de las fuerzas productivas para alcanzar los propósitos socialistas. En
segundo lugar, la adopción del principio de que el socialismo se construye
sobre la base de las características específicas de cada país. En tercer
lugar el énfasis en los resultados como criterio para definir la política
económica a partir de la famosa frase confuciana de Deng Xiaoping: «Da igual
que el gato sea blanco o sea negro, lo que importa es que cace ratones». En
cuarto lugar, el reconocimiento y utilización de las relaciones
monetario-mercantiles mediante la fórmula de «economía de mercado
socialista». Y finalmente, la permanente revisión de las vías y formas
adoptadas, a fin de hacer los ajustes imprescindibles, como derivación de
los cambios en los contextos sociales y de las consecuencias no buscadas que
inevitablemente todo curso de acción conlleva. [28]

Aplicando estos principios prácticos, el liderazgo chino ha logrado sacar de
la pobreza a unos 300-200 millones de personas y crear una clase media
estimada en unos 180-200 millones, en un plazo relativamente breve, lo que
le da al país una estabilidad social significativa. Es cierto que estos
logros no han estado exentos de elementos negativos, pero debe reconocerse,
en primer lugar, que no hay sociedad perfecta y, en segundo, que los
dirigentes del Partido Comunista Chino son los primeros en reconocer estas
dificultades. Debido a que siguen el principio de que todo debe ser revisado
una y otra vez, como propone Raúl Castro, el liderazgo del país asiático
está en condiciones de introducir, en todo momento, las políticas
rectificadoras que se requieran.

Otro elemento importante de las definiciones de política económica que la
dirección cubana ha tomado tentativamente a través de los principales
planteamientos de Raúl Castro, es la relacionada con el bloqueo económico,
comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba. Denunciando los
objetivos y el carácter pernicioso y agresivo de esta política, el
Presidente afirmó, en julio de 2007:

"Es preciso sumar a todos a la batalla cotidiana contra los errores propios
que agravan las dificultades objetivas derivadas de causas externas, en
especial las provocadas por el bloqueo económico de los Estados Unidos, que
constituye realmente una implacable guerra contra nuestro pueblo y la actual
administración de ese país ha puesto particular encono en encontrar la más
mínima vía de hacernos daño."[29]

En febrero de 2008 perfiló esta idea en los siguientes términos:

"Somos conscientes de los enormes esfuerzos que requiere fortalecer la
economía, premisa imprescindible para avanzar en cualquier otro ámbito de la
sociedad, frente a la verdadera guerra que libra el gobierno de los Estados
Unidos contra nuestro país. La intención es la misma desde el triunfo de la
Revolución: hacer sufrir todo lo posible a nuestro pueblo hasta que desista
de la decisión de ser libre. Es una realidad que lejos de amilanarnos debe
seguir haciendo crecer nuestrafuer%a. En lugar de utilizarla como excusa
ante los errores, debe ser acicate para producir más y brindar mejor
servicio, para esforzarnos por encontrar los mecanismos y vías que permitan
eliminar cualquier traba al desarrollo de las fuerzas productivas y explotar
las importantes potencialidades que representan el ahorro y la correcta
organización del trabajo". [30]

Además de abarcar un elemento central para lograr el desarrollo económico de
Cuba, la noción de que este se puede alcanzar en condiciones del más crudo
bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contiene en
sí el germen de lo que se pudiera llamar el logro de la invulnerabilidad
económica. Ello tiene particular importancia cuando observamos los cambios
ocurridos en ese país vecino, debilitado por una crisis a la vez económica,
diplomática, política y militar, y con la llegada al gobierno del presidente
Barack Obama. Poder afirmar que el bloqueo, aunque dañino, no puede
obstaculizar la prosperidad del país, en su conjunto, y de sus ciudadanos,
individualmente, le arrebataría a cualquier administración en Washington lo
que siempre se ha considerado como un instrumento fundamental de presión y
una carta negociadora medular.

Los desafíos políticos

En el plano político, lo que ha caracterizado los principales
pronunciamientos del presidente Raúl Castro es un constante llamado a la
profundización de la democracia y del diálogo, el debate y la deliberación
como instrumento insustituible para la creación del consenso.

"No hay por qué temer a las discrepancias en una sociedad como la nuestra,
en que por su esencia no existen contradicciones antagónicas, porque no lo
son las clases sociales que la forman. Del intercambio profundo de opiniones
divergentes salen las mejores soluciones, si es encauzado por propósitos
sanos y el criterio se ejerce con responsabilidad." [31]

En su concepción, ni siquiera el que los planteamientos de algún ciudadano
sean manipulados por la maquinaria de propaganda del imperialismo debía ser
óbice para que fueran considerados:

"No vamos a dejar de escuchar la opinión honesta de cada cual, que tan útil
y necesaria resulta, por la algarabía que se arma, a veces bastante
ridícula, cada vez que un ciudadano de nuestro país dice algo a lo que esos
mismos promotores del espectáculo no harían el menor caso, si lo escucharan
en otro lugar del planeta." [32]

De esta forma, invitó a todos los ciudadanos a discutir incluso el tema del
socialismo y las vías y formas de construirlo. En febrero de 2008 recordó
que en el discurso en la Universidad Fidel se había hecho la autocrítica
siguiente: «Una conclusión que he sacado al cabo de muchos años: entre los
muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer
que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el
socialismo». [33] Más adelante, en diciembre, volvió sobre el tema ante los
diputados de la ANPP en los siguientes términos:

"¿Estamos haciendo el socialismo? Porque a fuer de sincero, también digo
que, además de estos problemas que estamos analizando de la nueva Ley de
Seguridad Social, se trabaja poco, se trabaja menos. Esa es una realidad que
ustedes la pueden comprobar en cualquier rincón del país. Perdonen la
crudeza de mispalabras, no es obligatorio estar de acuerdo con ellas. Les
transmito estas ideas en primer lugar para incitarlos a pensar, no solo a
ustedes, compañeras y compañeros diputados, sino a todos los compatriotas, a
todo el país. Algunas son valoraciones personales que no deben interpretarse
como inmutables. Son asuntos que estamos en el deber de estudiar y debatir
con profundidad de manera objetiva, única forma de continuar aproximándonos
a las fórmulas más convenientes para seguir adelante con la Revolucióny el
socialismo." [34]

Esta invitación a discrepar y disentir, incluso de sus propios
planteamientos, la reiteró al referirse a los criterios controversiales
levantados por el anteproyecto de Ley sobre Seguridad Social:

"El proceso de estudio y consulta con todos los trabajadores, que comenzará
el próximo mes de septiembre, previo a la aprobación de la Ley por la
Asamblea Nacional en diciembre, servirá para esclarecer todas las dudas y
brindará la oportunidad de expresar cualquier criterio. Todos serán
escuchados con atención, coincidan o no con la opinión de la mayoría, tal
como se ha venido haciendo con los planteamientos derivados del proceso de
reflexión sobre el discurso del pasado 26 de julio. No aspiramos a la
unanimidad, que suele resultar ficticia, en este o en cualquier otro tema."
[35]

En su reflexión sobre la necesidad de procesos cada vez más democráticos
durante su toma de posesión como presidente, no excluyó al Partido:

"Y añadí que si el pueblo está firmemente cohesionado en torno a un único
partido, este tiene que ser más democrático que ningún otro, y con él la
sociedad en su conjunto, que desde luego, como toda obra humana, se puede
perfeccionar, pero sin dudas es justa y en ella todos tienen oportunidad de
expresar sus criterios, y más importante aún, de trabajar para hacer
realidad lo que en cada caso acordemos." [36]

Poco antes, en diciembre de 2007, al resumir las conclusiones del proceso de
deliberación nacional alrededor de su discurso del 26 de julio de ese año,
había enfatizado la necesidad de que todo dirigente partidista o de gobierno
estimulara el más amplio debate y deliberación entre sus subordinados:

"Este proceso ratifica algo fundamental: quien ocupa un cargo de dirección
debe saber escuchar y crear el ambiente propicio para que los demás se
expresen con absoluta libertad. Es algo que debe incorporarse de manera
definitiva al estilo de trabajo de cada dirigente, junto a la orientación,
la crítica o la medida disciplinaria oportuna. Nuestro pueblo recibe
información por muchas vías y se trabaja para perfeccionarlas y eliminar la
nociva tendencia al triunfalismo y la complacencia, por garantizar que cada
compañero con determinada responsabilidad política o administrativa informe
de manera sistemática sobre lo que le compete con realismo, de forma
diáfana, crítica y autocrítica." [37]

Otro tema que surge actualmente con fuerza en los discursos e intervenciones
de Raúl Castro es el de la institucionalización. Este es un asunto de
particular importancia debido al malestar acumulado con los efectos del
burocratismo, la ineficiencia y los casos de corrupción. Como lo han
demostrado las destituciones de dirigentes del primer nivel en marzo de
2009, la excesiva discrecionalidad de cuadros y dirigentes en un entorno de
instituciones debilitadas, es caldo de cultivo para la práctica del tráfico
de influencias y la doble moral. Fortalecer la institucionalidad es una
tarea prioritaria en el contexto actual.

En tal sentido, al tomar posesión, el Presidente solicitó y obtuvo de la
Asamblea Nacional la autorización para modificar la estructura del gobierno:

"Hoy se requiere una estructura más compacta y funcional, con menor número
de organismos de la administración central del Estado y una mejor
distribución de las funciones que cumplen. En resumen, tenemos que hacer más
eficiente la gestión de nuestro gobierno [... ] La institucionalidad, repito
el término: la institucionalidad, es importante sustento de ese decisivo
propósito y uno de los pilares de la invulnerabilidad de la Revolución en el
terreno político, por lo que debemos trabajar en su constante
perfeccionamiento." [38]

Estos planteamientos sobre la importancia de las instituciones y su
eficacia, que no puede separarse de su legitimidad, se contraponen a un
criterio bastante generalizado de que la mejor manera de luchar contra la
burocracia es la subversión de las instituciones y su sustitución por
mecanismos informarles de toma y puesta en práctica de decisiones. La
realidad es que minar las instituciones conduce inevitablemente a la pérdida
de legitimidad del sistema en su conjunto. De ahí que la política acertada
sea la de obligar a los que dirigen y forman parte de instituciones a
comportarse dentro de la legalidad y asumir una actitud de responsabilidad
democrática sujetos al control social de subordinados y ciudadanos. Ningún
sistema de supervisión vertical de arriba para abajo puede ser más eficaz
que el control popular.

Un elemento que no ha sido tocado suficientemente y de manera pública,
aunque se ha debatido en foros más privados y semi-públicos, es el del papel
de las ciencias sociales en la coyuntura actual. En el clima de llamado al
diálogo que ha caracterizado el discurso del presidente cubano, estimular
cada vez mayores y mejores estudios empíricos de la realidad social, y
compulsar a los científicos sociales cubanos -cuyo compromiso y prestigio es
conocido- a que participen en la consulta popular desde sus profesiones y
especialidades es una necesidad del momento. Dos iniciativas parecerían
decisivas: llevar adelante una conferencia nacional de ciencias sociales y
darle vía libre a la constitución de asociaciones nacionales de sociólogos y
politólogos, como ya sucede con otras ramas de la ciencia y con economistas
e historiadores. Por otra parte, se requiere el estímulo de una ciencia
social con «autonomía comprometida» a la que se le facilite el desarrollo de
su labor orgánica.

Un importante papel debería tener la prensa escrita y los medios en general.
Las deficiencias de los medios han sido criticadas reiteradamente, pero se
ha logrado muy poco avance. Por ejemplo, Cuba debe ser de los pocos países
en donde brillan por su escasa presencia páginas cotidianas de opinión.
Vivimos en un mundo en el que el uso de medios informáticos y digitales a
través de la red son cada vez más prevalecientes y útiles. Resulta imposible
concebir una sociedad próspera y en desarrollo en la que estos medios no
desempeñen los papeles necesarios como trasmisores de información y
propiciadores del diálogo, el debate y la deliberación. El derecho a acceso
a Internet se va convirtiendo poco a poco en un lugar común. En Cuba, este
reconocimiento es insuficiente. Aunque inciden dificultades técnicas, la
realidad es que no hay una política de estímulo al uso de las técnicas de
información computarizada en toda la vida social, como resulta necesario. A
pesar de los Joven Clubs y la Universidad de las Ciencias Informáticas, los
controles aún existentes sobre el uso de Internet resultan extemporáneos y
perjudiciales.

A manera de conclusión

Cuba se encuentra en una encrucijada en la cual habrá que introducir cambios
dentro de la continuidad. Esos cambios ya han comenzado y se han reflejado
en medidas y pronunciamientos del nuevo gobierno encabezado por Raúl Castro.
Ello significará, inevitablemente, una transformación de la sociedad cubana,
tanto en lo económico como en lo político. La Conferencia del Partido estará
obligada a dar respuesta al conjunto de problemas apuntados y a otros más.
No se trata de negar los logros alcanzados bajo la dirección de Fidel
Castro, sino de hacer los ajustes y transformaciones necesarias. Ello obliga
a utilizar los distintos espacios disponibles y crear los necesarios para
darles respuesta a las siguientes preguntas:

1. ¿Cuáles son las bases para la edificación de una sociedad justa que
responda a los ideales socialistas? Habrá que resolver las contradicciones
entre las distintas formas de propiedad; entre la centralización y la
descentralización; entre los estímulos morales y los materiales; entre el
desarrollo de las fuerzas productivas y el de la conciencia revolucionaria.
Lo que ha demostrado la historia de Cuba, y la de otros modelos, es que la
hipercentralización, la subestimación de las leyes del mercado, el
inadecuado manejo de la relación entre las distintas formas de estímulo y el
menosprecio de la eficiencia y desarrollo de las fuerzas productivas
conducen a callejones sin salida y no propician la formación del hombre
nuevo. Si bien hay peligros evidentes en el uso irrestricto de los
mecanismos de mercado, ignorar la necesidad de progreso y prosperidad de los
ciudadanos colectiva e individualmente no es la solución al problema. Como
dijera Martí: «Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser
próspero para ser bueno».

2. ¿Cómo fortalecer y perfeccionar la democracia? La sociedad cubana
necesita de un fortalecimiento y desarrollo de las formas democráticas que
ha creado. La ausencia de Fidel requiere de la búsqueda de nuevas vías para
crear consensos. Introducir el concepto de democracia deliberativa, unido a
una noción perfeccionada de la participación, a través de las cuales
dirigentes y cuadros sean no solo responsables ante sus dirigidos sino que
se vean obligados a discutir las razones de sus decisiones, hará más real y
eficaz la aportación de los ciudadanos a la toma de decisiones, siempre de
una manera informada y razonada. Ese es el camino que llevará a que se
superen algunas de las deficiencias actuales del sistema. Pero esto requiere
mayor y mejor información a la ciudadanía y la creación y fomento de
espacios públicos necesarios al diálogo, el debate y la deliberación.

1. Julio Carranza, «El compromiso de la ciencia y la ciencia del
compromiso», Temas, n. 53, La Habana, enero-marzo de 2008, p. 147.

2. Michel Dobry, «Las vías inciertas de la transitología», Temas, n. 50-51,
La Habana, abril-septiembre de 2007, p. 23.

3. Atilio Borón, Tras el buho de Minerva: mercado contra democracia en el
capitalismo de fin de siglo, Fondo de Cultura Económica, México, DF, 2000,
pp. 135-211.

4. Atilio Borón, Socialismo siglo XXI:¿hay vida después delneoliberalismo?,
Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, 2008, p. 117.

5. Raúl Castro Ruz, «Socialismo significa justicia social e igualdad, pero
igualdad no es igualitarismo», Discurso pronunciado en la primera sesión
ordinaria de la VII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular,
La Habana, 11 de julio de 2008, disponible en
www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/index2.html.

6. Jorge I. Domínguez, «El comienzo de un fin», Foreign Affairs en Español,
v. 6, n. 4, México, DF, octubre-diciembre de 2006, pp. 129-135.

7. Fidel Castro Ruz, «Discurso en acto por el LX aniversario de su ingreso a
la Universidad de La Habana», en Julio César Guanche, comp., En el borde de
todo: el hoy y el mañana de la Revolución en Cuba, Ocean Sur, Bogotá, 2007.

8. Aurelio Alonso, «Continuidad y transición: Cuba en el 2007», Le Monde
Diplomatique, Bogotá, abril de 2007.

9. Debo esta frase a Julio Fernández y está tomada de un documento de
reflexión preparado para un debate promovido por Julio César Guanche en el
seminario «Por una cultura revolucionaria de la política», La Habana,
noviembre de 2007.

10. Jesús Arencibia Lorenzo, «Debates en la beca: el ensueño y los
ladrillos», Alma Mater, n. 453, La Habana, agosto de 2007.

11. Mayra Espina, «Mirar a Cuba hoy: cuatro supuestos para la observación y
seis problemas-nudos», Temas, n. 56, La Habana, octubre-diciembre de 2008,
p. 136.

12. Raúl Roa García, Retorno a la alborada, t. 2, Universidad Central
de las Villas, Santa Clara, 1964, p. 590.

13. Amy Gutmann y Dennis Thompson, Why Deliberative Democracy?, Princeton
University Press, Princeton y Oxford, 2004, p. 3.

14. Pedro Monreal, «El problema económico de Cuba», Espacio Laical, n. 28,
La Habana, abril de 2008; Jorge Mario Sánchez Egozcue y Juan Triana Cordoví,
«Un panorama actual de la economía cubana, las transformaciones en curso y
sus retos perspectivos», Documento de trabajo n. 31, 26 de junio de 2008,
Real Instituto Elcano de Estudios Estratégicos e Internacionales, Madrid,
2008; y Omar Everleny Pérez Villanueva, «La economía en Cuba: un balance
necesario y algunas propuestas de cambio», Nueva Sociedad, n. 216, Caracas,
julio-agosto de 2008.

15. Lamentablemente, en muchos casos se han producido promociones aceleradas
desde la alta dirección de la FEU a las principales instancias partidistas y
gubernamentales del país, en lo que el propio Raúl Castro ha llamado la
creación de «dirigentes de probeta».

16. Rafael Hernández y Daybel Pañellas, «Sobre la transición socialista en
Cuba: un simposio», Temas, n. 50-51, La Habana, abril-septiembre de 2007, p.
160.

17. Salvador Valdés Mesa, «Las asambleas mostraron, una vez más, el apoyo de
la clase obrera a la Revolución y a su dirección», Intervención del
Secretario general de la CTC en la Asamblea Nacional, 27 de diciembre de
2008, Granma, La Habana, 29 de diciembre de 2008.

18. Fidel Castro Ruz, «Discurso en el acto central por el XX aniversario del
asalto al cuartel Moncada», Santiago de Cuba, 26 de julio de 1973,
disponible en
www.cuba.cu/gobierno/discursos.

19. Raúl Castro Ruz, «Nuestra batalla de hoy es la misma iniciada el 26 de
julio de 1953», Discurso en el acto central por el LV aniversario del asalto
al cuartel Moncada, Santiago de Cuba, 26 de julio de 2008, disponible en
www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/ index2.html.

20. A la altura de 2009, la economía cubana ha sido sacudida por huracanes,
aumentos de precios de los alimentos, baja en los de los rubros de
exportación y crisis económica global, entre otros factores. La situación se
hace sumamente difícil, como han explicado, desde distintos ángulos, dos
trabajos recientes: Pavel Vidal Alejandro, «El PIB cubano en 2009 y la
crisis global», IPS-Economics Press Service, n. 9, La Habana, 15 de mayo de
2009; y Carmelo Mesa-Lago, «La paradoja económica cubana», El País Digital,
Madrid, 12 de julio de 2009.

21. José Martí, «Maestros ambulantes» (La América, Nueva York, mayo de
1884), Obras Completas, v. 8, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1991, p. 289. (El énfasis es mío. C.A.)

22. Raúl Castro Ruz, «Intervención en el VI Pleno del PCC», La Habana, 28 de
abril de 2008, disponible en
www.cuba.cu/gobierno/
rauldiscursos/index2.html.

23. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva de la VII
Legislatura de la ANPP», La Habana, 24 de febrero de 2008,
disponible en
www.cuba.cu/gobierno/rauldiscursos/index2.html.

24. Raúl Castro Ruz, «Socialismo significa...», ob. cit.

25. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», Intervención ante la ANPP, 28 de
diciembre de 2007, Granma, La Habana, 29 de diciembre de 2007. (El énfasis
es mío. C. A.)

26. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico, creador, sin
anquilosamientos ni esquematismos», Discurso en el acto central por el LIV
aniversario del asalto al Cuartel Moncada, Camagüey, 26 de julio de 2007,
Granma, La Habana, 27 de julio de 2007.

27. Oscar Sánchez Serra, «China sigue demostrando la validez del
socialismo», Granma, La Habana, 17 de noviembre de 2008.

28. Véase Julio A. Díaz Vázquez y Eduardo Regalado Florido, China: el
despertar del Dragón, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

29. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico...», ob. cit.

30. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit. (El
énfasis es mío. C. A.)

31. Ibídem. (El énfasis es mío. C. A.)

32. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit.

33. Citado por Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob.
cit.

34. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit. (El énfasis es mío. C.
A.)

35. Raúl Castro Ruz, «Trabajar con sentido crítico...», ob. cit. (El énfasis
es mío. C. A.)

36. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit. (El
énfasis es mío. C. A.)

37. Raúl Castro Ruz, «¡Y a trabajar duro!», ob. cit. (El énfasis es mío. C.
A.)

38. Raúl Castro Ruz, «Discurso en la sesión constitutiva...», ob. cit. (El
énfasis es mío. C. A.)SSKOáviS, 2009

*Mención en Premio Temas de Ensayo 2008, en la modalidad de Ciencias
sociales.

Fuente de este ensayo: Revista Temas, Octubre-Diciembre 2009, pp. 37-47.